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Parece ser que la presión de los salones recreativos, que veían peligrar sus negocios, ha llevado al gobierno de La Rioja a cometer un atraco masivo contra los propietarios de los cibercafés de la región, obligando a cerrar a un 95% de los mismos, con la excusa de que un ordenador es una “máquina recreativa”. Quizá alguien debería recordar que el hecho de que alguien haya estado obteniendo beneficios por sus servicios al público durante un determinado periodo de tiempo, no le da derecho a que el gobierno le conceda un salvoconducto que le permita salvaguardar los mismos. No existe el derecho a retrasar el reloj de la historia.

Pero es difícil culpar a quien ve peligrar su modo de vida el que intente salvar sus habichuelas. Lo vergonzoso es que los garantes del bien público se plieguen a intereses particulares o los tomen como excusa para poder seguir disfrutando de pingües beneficios fiscales con los que disfrutar de hermosos sueldos, o repartirlos a ciudadanos a los que “quieren mucho”. Supongo que Pedro Sanz no incluía en esa expresión a los dueños y usuarios de cibercafés, a no ser que considere amor lo que siente un atracador por la víctima a la que encañona.

Pero lo gracioso es el modo que tienen de contrarrestar su cruel actividad legislativa. Se han puesto a abrir cibercafés públicos, “gratis” (es decir, pagados con el dinero de, entre otros, aquellos a quienes han arruinado previamente) y en los que hay que ir con el DNI en la boca para que todo lo que hagas pueda ser registrado con nombres y apellidos para su futuro uso. Pasamos de una sociedad abierta y liberal al modelo soviético. Sin atajos. Expolian primero a los propietarios de cibercafés y expolian después a todos los ciudadanos obligándoles a financiar cibertecas, quieran o no quieran, les interese o no Internet, les guste o no que alguien les quite dinero para dedicarlo a monitores TFT muy monos y muy caros.

Si la justicia funcionara, los responsables de este robo a gran escala estarían entre rejas. Como la ley la hacen esos mismos irresponsables, sólo queda el recurso al pataleo y a la presión que pueda ejercer la opinión pública. Aunque tenga que ejercerse desde máquinas recreativas como la que estoy empleando para escribir esto y usted para leerlo.

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