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Víctor Llano

El carnicerito de La Cabaña

Ernesto Guevara de la Serna –icono de varias generaciones de jóvenes burgueses, ociosos y desinformados– no fue más que un mentiroso compulsivo, capaz de vender a su madre con tal de que nadie se interpusiera en su deriva comunista y asesina

Este miércoles 17 de noviembre, a las siete de la tarde, Pío Moa presenta en la Fundación Hispano Cubana una biografía de Ernesto Che Guevara escrita por Fernando Díaz Villanueva. No tiene desperdicio el trabajo del joven historiador, compañero de Libertad Digital. Desde aquí se lo agradecemos. A los que un día conseguimos escapar de la tiranía castrista nos resulta muy difícil entender cómo miles de jóvenes europeos admiran a un asesino en serie que de lo único que puede presumir es de ser el extranjero que más cubanos ha fusilado.
 
Fíjense en la cita que pueden leer en la página 133 del magnífico libro escrito por Fernando. Así entendía el héroe de Santa Clara la justicia robolucionaria: "No hace falta hacer muchas averiguaciones para fusilar a uno. Lo que hay que saber es si es necesario fusilarlo. Nada más. Debe dársele al reo la posibilidad de hacer sus descargos antes de fusilarlo. Y esto quiere decir, entiéndeme bien, que siempre debe fusilarse al reo, sin importar cuáles hayan sido sus descargos. No hay que equivocarse en esto. Nuestra misión no consiste en dar garantías procesales a nadie, sino en hacer la revolución, y debemos empezar por las garantías procesales mismas".
 
No otra cosa podía esperarse de un verdugo que dedicó estos "versos" al Monstruo de Birán. (Pág. 84) "Vámonos, ardiente profeta de la aurora, por recónditos senderos inalámbricos a liberar el verde caimán que tanto amas". Tanto amó "el ardiente profeta de la aurora" al verde caimán que terminó por engullirlo. Difícilmente se puede ser más cursi, más hortera y más guataca. Así llaman los cubanos a los "pelotas" aduladores que, como Guevara, cantan La Traviata en cuanto son detenidos y se arrastran ante cualquier poderoso que pueda ofrecerles presidir un banco nacional sin tener ni puñetera idea de economía.
 
Ernesto Guevara de la Serna –icono de varias generaciones de jóvenes burgueses, ociosos y desinformados– no fue más que un mentiroso compulsivo, capaz de vender a su madre con tal de que nadie se interpusiera en su deriva comunista y asesina. Sólo así puede entenderse esta frase. (Pág. 131) "No tengo casa, ni mujer, ni hijos, ni padres, ni hermanos; mis amigos son amigos mientras piensen políticamente como yo". Por una vez no mentía. Únicamente confió en "el ardiente profeta de la aurora" que aún se sirve de su locura para ofrecer un retrato romántico de sí mismo y de su tiranía.
 
Tendrían que leer la biografía que ha escrito Fernando Díaz Villanueva, los miles de adolescentes que hoy visten una camiseta con la efigie de Guevara creyendo que fue un valiente guerrillero inconformista. Su admirado comandante no pasó de vulgar aventurero de gatillo fácil. Su única intención fue la de escapar de su propio fracaso. No lo logró. Su legado no pudo ser más espantoso. Los cubanos lo saben. Llevan 45 años disfrutando de su sueño; para ellos, pesadilla interminable.
 
Si quieren saber más sobre el carnicerito de La Cabaña, no duden en acudir este miércoles –17 de noviembre– a la Fundación Hispano Cubana. Calle Orfila nº 8. Madrid. La entrada es libre. La cita es a las siete de la tarde. Podrán preguntar a Fernando Díaz Villanueva y a Pío Moa cómo es posible que un psicópata asesino sea el icono preferido por millones de europeos incapaces de sobrevivir un solo día en las más de doscientas cárceles que Guevara ayudó a construir en Cuba. Y es que lucir una camiseta con su imagen no es sólo una majadería, es también una ofensa para los cien mil presos que son torturados en las prisiones que permiten al "ardiente profeta de la aurora" someter a 11.000.000 de cubanos.

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