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José García Domínguez

¿Quién está mintiendo, Pepiño?

Encajado el golpe, derrotado pero no vencido, ahora mismo vago cual alma en pena por la Península en busca de ese ungüento amarillo, del maná plastificado que dice regalar Blanco; y entre el chollo y yo, siempre la barrera del nefasto siete

Tras confirmarse que un activista muslime de la Agrupación Socialista Madrileña había participado en la organización de la masacre del 11-M, el compañero Blanco comparecía ante la Prensa y aparentemente refutaba cierta afirmación emitida en el programa La Mañana de la COPE. Un tertuliano, que por más señas era yo mismo, había defendido que militar en cualquier partido político requiere de más trámites que echar una firmita en un impreso, y que es menester, entre otros requisitos, el aval de dos afiliados veteranos. En su intervención, Blanco sostuvo que eso era falso, y mantendría implícitamente que cualquier padre de familia numerosa puede acceder al control una organización local del PSOE en media hora, simplemente presentando las fotocopias de los DNI de su prole.
 
Fue tal la convicción del secretario de Organización al declamar su desmentido y tan loable el propósito que allí expuso de promover un partido abierto de piernas a la sociedad, que caí del caballo de repente. Sí, escéptico lector, Blanco me convenció de haber vivido en el error hasta ese instante. Huelga decir que tome la decisión de afiliarme al PSOE en el acto. Mas como el acto me pillaba vacando y en gira ociosa por España, di en acercarme a la web de los socialistas valencianos, pues por allí corríamos el pasado lunes. Y bien sabe Dios que de no ser por el artículo siete de sus Estatutos, a estas horas ya se habría realizado mi anhelo de convertirme en el company Josep. Pero ahí estaba el siete, entre mi sueño y la realidad. ¿Y qué dice el siete de Valencia? Pues esto: “Es necesario que los nuevos afiliados y afiliadas vayan avalados por dos firmas de afiliados o afiliadas.”
 
“Deben ser cosas de los valencianos”, rumié entonces para mis adentros, y proseguí el viaje iniciático en busca del precioso carné. La siguiente escala sería Cuenca la encantada. Y encantado paseé por sus calles antes de topar conel sietede allí. ¿Qué que diceel siete deCuenca? Pues lo mismo que el otro: “La ficha debe ser firmada por dos personas que ya tienen que estar afiliadas al PSOE.”. Soy hombre de voluntad férrea, y ese nuevo traspié no iba a torcer mi propósito de entrar en comunión con las huestes de Pepiño. Así que, inasequible al desaliento, metí la primera y puse rumbo al norte, por ver si el aire fresco del Cantábrico se compadecía de mi tardía vocación novicia. Bien, pues hasta Torrelavega habría de perseguirme el malditosiete. “Para ser afiliado del PSOE de Torrelavega basta con personarse en lasede del Partido, sita en La Llama, debiendo venir avalado por dos militantes.” Encajado el golpe, derrotado pero no vencido, ahora mismo vago cual alma en pena por la Península en busca de ese ungüento amarillo, del maná plastificado que dice regalar Blanco; y entre el chollo y yo, siempre la barrera del nefastosiete. ¿Por qué no chocaría con elsieteelmorito? ¿Quién está mintiendo, Pepiño?

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