Menú
Pablo Molina

Solidarios con el bolsillo ajeno

Bono representa el modelo de icono progre químicamente puro: Millonario, hedonista, verborreico y con una mala conciencia atroz que trata de limpiar por todos los medios con el dinero de los demás.

Lo mejor de los progres, en realidad lo único bueno, es que cuando les ponen una alcachofa cerca les da por pontificar, se sueltan la melena y, a veces muy a su pesar, acaba entendiéndoseles absolutamente todo. En un conocido suplemento dominical, Bono, el cantante del grupo U2 (no el viajante de Viceroy, de gira por Afganistán para abrir mercados), ha resumido con gran brillantez el punto de vista del progresismo acerca del mar de injusticias que padece el planeta y la forma de solucionarlo.
 
“Soy una estrella de rock podrida de dinero y mimada —afirma el filántropo canoro— que se ha beneficiado de todos los excesos de Occidente. Me gusta esta gran vida. Estoy en los mejores hoteles, tengo casas en diversas ciudades del mundo y bebo vinos excelentes. Sin embargo, jamás he tenido ningún apego al dinero, aunque repartirlo no resolvería nada. (...) Un compromiso del 0,7 por ciento del producto interior bruto de los países ricos cambiaría muchas vidas.” Estupendo; repartir el dinero propio no arregla nada, pero obligar a los demás a que repartan el suyo sí. Magnífica lección de caridad bien entendida.
 
Bono representa el modelo de icono progre químicamente puro: Millonario, hedonista, verborreico y con una mala conciencia atroz que trata de limpiar por todos los medios con el dinero de los demás. Los nuevos canónigos del culto progresista, de cuyo colegio cardenalicio el cantante de U2 es uno de los más altos representantes, se creen llamados a convertirse en mentores de la humanidad para decirnos cómo debemos organizar nuestros asuntos, bajo pena de excomunión democrática para los que nos negamos a seguir sus dictados. Amor a la humanidad y odio al individuo son las divisas de este nuevo evangelio laico, que hace de la hipocresía una de sus principales armas apostólicas.
 
En realidad, esta progresía analfabeta es víctima de su propia basura doctrinal. Acostumbrados a moverse en ambientes intelectuales en los que se acusa a los ricos de la pobreza del mundo y al sistema capitalista de causar océanos de injusticia, han aceptado el peso de una culpa inmerecida, hasta convertirse en seres incapaces de disfrutar sin remordimientos el dinero ganado honradamente con su talento. Pues bien, si no tienen agallas para rebelarse contra esa tiranía emocional, existe a su disposición una multitud de monasterios en los que enclaustrase y pedir perdón por su éxito el resto de su vida; Todo menos seguir fustigando a la gente honrada para que participe en sus inventos hipócritas (el sempiterno coñazo del 0,7), que además, sencillamente no funcionan, salvo para trasvasar dinero de los pobres del primer mundo a los ricos sátrapas del tercero y a ellos para hacerse la foto en sus giras de turismo solidario.
 
El recogimiento de la vida monacal, además, tiene salutíferos efectos sobre algunos hábitos poco saludables, tan comunes en la aristocracia del progresismo. Y por otra parte, seamos sinceros, ¿Quien no se muere por escuchar “With or without you” en gregoriano?

En Internacional

    0
    comentarios