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Carlos Semprún Maura

Éramos muchos y parió Bové

En la derecha la multiplicidad de candidatos es muy semejante, y no sería en absoluto imposible que en la segunda vuelta se enfrenten Segolène Royal y Jean-Marie Le Pen. Con lo cual apaga y vamonos.

La burocracia estatal gala ha llegado a un tal grado de podredumbre que cuando intenta reformarse lo estropea todo. Dejando de lado los grandes temas de las reformas necesarias y estancadas, veamos hoy un ejemplo de andar por casa. Habiéndose percatado que aquello de lo que los contribuyentes se lamentaban desde hace decenios, la complicación de las declaraciones a Hacienda, era cierto, este año han decidido simplificarlo todo: la administración rellena las hojas de declaración y los contribuyentes se limitan a verificar y a firmar. ¿Ah, sí? Pues ni eso, porque las declaraciones de impuestos "rellenas" por la administración contienen tantos errores, que resulta un rompecabezas verificarlos, corregirlos y, a fin de cuentas, lo más sencillo es rehacerlo todo por su cuenta.

Como casi siempre ocurre, el tema de los impuestos es un tema de campaña electoral y en este sentido nadie, por ahora, ha propuesto lo que, en este caso los expertos, proponen asimismo desde hace decenios. En Francia el 50% de los contribuyentes no paga impuestos sobre la renta. La razón no es económica, es política, se trata de favorecer a la categorías de ciudadanos que supuestamente van a votar por sus partidos y candidatos. La reforma propuesta y desoída es que absolutamente todos paguen el impuesto sobre la renta, pero un impuesto reducido, del 10%, por ejemplo. Aunque teniendo en cuenta la gigantesca deuda pública en Francia, sería tal vez necesario mantenerlo, durante unos años, pongamos que en un 15%. Pero pagado por todos, repito, salvo los mendigos, se entiende.

Pues en su anteproyecto de programa electoral, el PS, como era de suponer, promete aumentar todos los impuestos (salvo para quienes no los pagan), añadiendo uno, que califican de "impuesto ciudadano", como si no fueran ciudadanos quienes pagan los demás. Este anteproyecto, aún sometido a discusión, no sólo es de aquelarre, es además suicida, porque recogen y agravan todas las medidas y "realizaciones" del gobierno Jospin, como las dichosas 35 horas, anulan las tímidas reformitas del gobierno Raffarin, prometen el oro y el moro y, en estos tiempos de penuria presupuestaria, anuncian el despilfarro generalizado (o sea la ruina). En un solo capítulo prevén reducir gatos: en Defensa. Claro, ¿para qué un Ejército, si ya están firmando rendiciones antes de cualquier guerra?

Parece mentira que no se hayan dado cuenta de que si el fatídico 21 de abril de 2002, Le Pen salió segundo en la primera vuelta no tanto porque los franceses le votaran a él, no; sobre todo votaron contra Jospin, su gobierno, sus medidas "sociales" y todo lo que hoy el PS presenta como sendero luminoso, como si quisiera repetir la catástrofe. Ya eran muchos los candidatos de izquierda a las presidenciales de 2007, incluso si Segolène Royal sigue cabalgando muy por delante, sobre su corcel blanco, con su sonrisa colgate y su vacío programático. Los "elefantes" del PS, siguen sin aceptarla, y alguno se mantendrá, además está Bernard Kouchner (¡el pobre!), dos o tres trotskistas, un ecologista, François Bayrou (¿izquierda o derecha?), una comunista y, ahora, José Bové, el Le Pen agrícola, y santón de la extrema izquierda "antiliberal". Claro que él se declara diferente, dice que no quiere dividir sino reunir a los antimundialistas, y no quiere ser presidente sino caudillo, que todavía hay clases.

En la derecha la multiplicidad de candidatos es muy semejante, y no sería en absoluto imposible que en la segunda vuelta se enfrenten Segolène Royal y Jean-Marie Le Pen. Con lo cual apaga y vamonos.

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