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¿Un espacio de no derecho?

Hay aspectos de la convivencia humana impermeables al Derecho, ámbitos en los cuales la fuerza de la Ley no penetra. No son reductos del anti-Derecho, sino espacios en los que las relaciones sociales se desarrollan sin controversias, merced a la eficacia de unas reglas internas ampliamente aceptadas. Los juristas denominan a estos entornos como “zonas del no Derecho”, caracterizadas por la ausencia de normas jurídicas cuyo establecimiento sería justificado, pero cuya no presencia se debe a la resistencia de los hechos a la Ley o a la autolimitación de ésta.

¿Podría ser Internet una zona de no Derecho?. La pregunta surge ante la actual polémica que envuelve la redacción del Anteproyecto de Ley de Servicios de la Sociedad de la Información, conocida, popularmente, como “Ley de Internet”, El debate gira, precisamente, alrededor de la cuestión crucial de si la red de redes debe ser objeto de una férrea regulación por parte del poder público, o por el contrario, ha de someterse a una normativa, fruto de una generación espontánea derivada de la propia dinámica digital.

La discusión viene protagonizada por dos concepciones diferentes sobre el fenómeno Internet. De un lado, la visión de la Administración, que se resiste a perder su parcela de poder en un ámbito capital para la configuración del porvenir en todos sus aspectos: social, económico, político, cultural..., de ahí sus intentos intervencionistas de controlar ese infinito y vasto territorio virgen que constituye la Red, haciendo del mismo una especie de protectorado ciberespacial. Y de otro, la perspectiva mantenida por el usuario, a través de las asociaciones de internautas, que suspiran por una nueva tierra de provisión en donde impere la libertad: el ciberespacio, concibiéndolo como una reedición del viejo oeste americano: un territorio sin ley, o al menos, con una ley nativa y no impuesta.

Internet ha hecho que se tambalee el concepto clásico de soberanía, ostentando la suya propia, que no es otra que la del usuario. La Red es un ámbito descentralizado en el que el poder reside en los ciudadanos, de ahí que constituya el medio más democrático de la Tierra. Además, se asienta sobre su independencia, pues, no es controlada por ninguna entidad pública o privada. Su actual falta de regulación es otra de sus cualidades, ya que se pretendió crear un instrumento que operase autónomamente sin interferencias estatales ni creaciones iusprivatistas.

¿Es, pues, Internet un espacio de no Derecho?. Rigurosamente, no. Cualquier conducta ilícita fuera de la Red, lo es también dentro de ella. Todo hecho realizado en Internet ha de ser enjuiciado como su equivalente en la vida no virtual. Lo que hace peculiar a los sucesos telemáticos es su prueba, que resulta dificultada por la fugacidad de las redes haciendo, a veces, imposible la persecución de los delitos. Es cierto que en Internet se respira una atmósfera de libertad, pero como la libertad genera responsabilidad, es imprescindible la presencia del Derecho; cuestión distinta es que el Derecho de hoy no sea el idóneo para ordenar el ciberespacio. La Red no puede controlarse por los medios tradicionales ni por los Estados y las organizaciones internacionales. Los Gobiernos deben contribuir a potenciar la democracia directa y los valores civilizados y para ello deben fomentar la participación de los ciudadanos en los mecanismos del poder.

Así, el Derecho sobre Internet ha de estar integrado por nuevas fórmulas normativas: costumbres y códigos de conducta universales instaurados por la propia Red y sus usuarios. Usos generalmente aceptados con pretensión normativa, cuyo surgimiento es espontáneo y que proporcionan confianza. La norma tiene que generar confianza, nunca inquietud ni temor. Al mismo tiempo debe establecerse el correspondiente régimen sancionador lo suficientemente coercitivo para expulsar las conductas inmorales o ilícitas que se producen por Internet. Sería éste el Derecho que algunos llaman de la postmodernidad, con instituciones jurídicas nuevas pero que producen el efecto tradicional de la norma: su cumplimiento espontáneo.

Ahora que la corriente desreguladora discurre con fuerza, no es oportuna una regularización burocrática e intervencionista de Internet. El Derecho más eficaz se origina espontáneamente, sin el apoyo de la coacción y sin proliferación exagerada de normas, las cuales por su exceso no llegan a ser conocidas ni observadas por los ciudadanos. En cualquier caso, que los Gobiernos no olviden que allí donde se instaura una Ley, surge, paralelamente, el ánimo de defraudarla.

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