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Pío Moa

Sobre el indulto a Galindo, 1

En un artículo en ABC, Darío Valcárcel se opone al indulto a Galindo porque éste “no sólo participó en un doble asesinato, sino que al cometer esos crímenes y atentar contra la legitimidad del Estado, reforzó a ETA”, y con ello “ha hecho retroceder varios años la lucha contra ETA”, El indulto sería “conveniente sobre todo para ETA”. El argumento se apoya, significativamente en una obvia falsedad. Lejos de reforzar a ETA, Galindo contribuyó como muy pocos a reducir la capacidad de asesinato etarra a los niveles más bajos en la democracia (ha vuelto a crecer alarmantemente en los últimos años). Con ello salvó incontables vidas inocentes, quizás incluso la de algún juez de los que le han condenado con severidad no siempre visible en los juicios a etarras. De ser veraz Valcárcel, la ETA no habría deseado la caída de Galindo, y apoyaría su indulto. Pero sucede al revés, y la eliminación del general ha sido, sin duda, uno de los mayores éxitos que la ETA haya cosechado.

A Galindo se le achaca la tortura y asesinato de dos etarras. Si así ha sido, es justo el castigo, porque la democracia no debe tolerar tales cosas. Pero ahora la petición de indulto suscita algunas cuestiones, varias de las cuales tocan muy de cerca al PNV, partido predilecto del señor Valcárcel, según tengo entendido. En primer lugar, ¿debe olvidarse el hecho de que el general ha salvado innumerables vidas? Valcárcel no da el menor valor a ese indudable mérito de Galindo. ¿Y pueden juzgarse igual la acción terrorista y una ocasional réplica salvaje y exacerbada a esa acción? Valcárcel parece creer que la réplica debe ser juzgada más severamente, pues nunca ha mostrado oposición a los indultos y atenuaciones de penas a los etarras, ni denunció a Anasagasti y Arzallus cuando trataban de impedir la extradición de terroristas desde México, acción con todos los rasgos de obstrucción a la justicia.

Según algunos políticos, los funcionarios de seguridad deben ser castigados con mayor dureza cuando delinquen, precisamente por su posición y cometido. La teoría quizá podría valer si se aplicara a los propios políticos, cuyos actos influyen tan crudamente en la sociedad. Pero ocurre justo al revés, y ello beneficia, desde luego, a los políticos del PNV.

Quiero decir con esto que opiniones como la de Valcárcel resultan menos imparciales y democráticas de lo que pretenden. Pero los problemas de fondo son distintos: en primer lugar, el de las vías para acabar con el terrorismo, y en segundo lugar, el de si una democracia puede recurrir a métodos brutales para defenderse.

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