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Diana Molineaux

¿Dónde pasar factura?

Las personas que vienen por primera vez a Estados Unidos quedan sorprendidos por la escasa policía y lo que parece una falta de protección de los edificios públicos, pero los norteamericanos han confiado hasta ahora que la infraestructura protectora mantenida por el FBI o la CIA era suficiente para garantizar su seguridad.

El ataque de este martes ha sacudido esta confianza y, sobre todo, ha abierto una serie de interrogantes y una búsqueda de culpables que no tendrá nada que ver con los miramientos del debate económico. Si George Bush se ha negado a cargar las responsabilidades por el parón coyuntural a su predecesor Bill Clinton, de quien heredó una bolsa deprimida y una "burbuja" tecnológica reventada, no dejará que también le echen las culpas por el peor ataque contra EEUU desde Pearl Harbour.

Si durante la campaña electoral los republicanos lamentaron la erosión de las defensas militares durante los ocho años de Clinton, ahora le echan la culpa por haber desanimado y desatendido a organizaciones con espías y policías, que tan pocas simpatías provocan entre las izquierdas.

Por mucho que los líderes de ambos partidos cierren filas tras su presidente, las recriminaciones serán inevitables. Y no sólo en política interna, sino que también habrá repercusiones internacionales. Las imágenes de los palestinos bailando en las calles no quedan compensadas con el pésame de Arafat.

Si el terrorismo es islámico, es improbable que el país lo vea como una reacción al apoyo masivo por Israel a costa de los palestinos. Por el contrario, sería una justificación para las masacres que viven diariamente los territorios ocupados. Los bailes y las celebraciones en Gaza y la Cisjordania podrían acabar en más lágrimas.

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