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EDITORIAL

Un peligroso residuo de la Guerra Fría

Después de catorce años de la caída del muro de Berlín y de cincuenta de la muerte de Stalin, la primera monarquía comunista hereditaria de la Historia reproduce punto por punto el patrón estalinista en versión corregida y aumentada. Un infierno en el interior: Gulag, terror, miseria, hambre, estado policial, negación de la vida privada y del individuo, detenciones arbitrarias, pensamiento único, culto a la personalidad y propaganda omnipresente. Y de cara al exterior, un hermetismo sistemático fruto del temor a recibir influencias desestabilizadoras o a que el mundo conozca la realidad del régimen. Así como una obsesión paranoica por exhibir formidables ejércitos y, sobre todo, misiles y armas nucleares que disuadan a posibles agresores de poner siquiera en cuestión la continuidad del régimen y su proyección mundial.

No obstante, Corea del Norte incorpora alguna peculiaridad propia como es la de haber sido un estado “parasitario” tanto de China como de la antigua Unión Soviética. Kim Il Sung, el padre de Kim Jong Il, actual jefe del estado norcoreano, supo aprovechar con mucha astucia la rivalidad entre la URSS y China, dejándose cortejar por unos y otros y recibiendo sus prebendas sin decantarse nunca por una u otra órbita. Su divisa era la absoluta independencia, y ello explica en muy buena medida el carácter pétreo, hermético y paranoico del régimen heredado por Kim Jong Il –respecto del cual la Cuba de Castro sería un paraíso liberal–, al que no han afectado ni la caída del imperio soviético ni las reformas económicas que han puesto en práctica los chinos.

Hace ya casi tres lustros que acabó la Guerra Fría, pero los comunistas norcoreanos no han renunciado a exportar su infierno a Corea del Sur. El régimen de Kim Jong Il mantiene un ejército de más de un millón de personas en pie de guerra, ha realizado pruebas de misiles balísticos que sobrevoralon el cielo de Japón para demostrar su capacidad ofensiva, ha expulsado a los inspectores de armamento de la ONU y ha abandonado el Tratado de No Proliferación de armas nucleares. Y finalmente, el jueves, en medio de las negociaciones preliminares que tenían lugar en Pekín entre EEUU, China y Corea del Norte para abordar la crisis nuclear, la delegación norcoreana admitió, en tono de amenaza, poseer ya armas nucleares.

Sin embargo, y precisamente por que la Guerra Fría finalizó hace ya catorce años, chinos y rusos (especialmente los primeros, de los que depende Corea del Norte para abastecer de alimentos y energía a una población que sufre de desnutrición crónica) empiezan a ver con disgusto los afanes belicosos de su antiguo aliado y no les seduce precisamente la idea de que un vecino incontrolado se incorpore al “club” nuclear y pueda someterles a algún tipo de chantaje en el futuro. Como el que ya tuvo lugar en 1994, cuando EEUU afirmó que Corea del Norte estaba fabricando armas nucleares y los norcoreanos respondieron con la amenaza de con convertir Seúl en una “tormenta de fuego”... ante lo cual, norteamericanos y japoneses ofrecieron ayuda humanitaria y la construcción de reactores nucleares de tecnología occidental, en los que es más difícil obtener plutonio para armas nucleares.

La constante cesión al chantaje es una pésima política de paz –los ejemplos más recientes son la OLP de Arafat y el derrocado régimen de Sadam Husein–; y esto, tanto los chinos como los rusos lo saben perfectamente, pues ellos han practicado ese juego en innumerables ocasiones. La cita trilateral del pasado jueves entre EEUU, Corea del Norte y China, donde los norcoreanos afirmaron que ya disponen de armas nucleares, tuvo lugar gracias a las presiones de esta última sobre su tradicional aliado, quien sólo quería entrevistarse con EEUU de tú a tú.

Esta vez, es posible que el heredero de Kim Il Sung haya tensado demasiado la cuerda y, con ello, la situación haya obligado a China, Rusia y EEUU a hacer causa común para neutralizar al último vestigio vivo del más puro estalinismo. El tiempo lo dirá, pero lo cierto es que la única política eficaz contra regímenes como el de Kim Jong Il es la fuerza y la firmeza.

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