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Amando de Miguel

El buen camino

Desde siempre ha funcionado la metáfora de la vida como un tortuoso peregrinar en pos de no se sabe qué. Recuérdense los desgastados versos: “Caminante, no hay camino…”. Pues bien, hemos llegado a la apoteosis de la tesis de la hipófisis. Todo se resuelve ahora por encontrar el “buen camino” para lo uno y para lo otro. La expresión empalaga un poco por el tono moralizante con que se pronuncia. Por lo visto, lo que cuenta no es llegar, sino ponerse en camino, eligiendo el bueno, claro está. ¿Cómo se sabe si es bueno el camino? Nadie puede decirlo. Simplemente uno no presume de tener razón, sino que “está en el buen camino”. Aunque la expresión se dice casi siempre en plural: “estamos en el buen camino”. Estamos los que damos la razón a quien nos señala por dónde hay que transitar. La cosa es moverse incesantemente. La metáfora de Antonio Machado ha sido demoledora, pues “quien hace camino al andar”, si bien se mira, es la cabra o el jumento. No parecen modelos muy nobles. Los hombres construyen caminos, que es lo contrario de marcar los senderos por las curvas de nivel.

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