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Andrés Freire

Andanadas contra Colin Powell

Era previsible que los neoconservadores aprovecharan el triunfo en Irak –su triunfo– para pedir cuentas a quienes en Estados Unidos habían atacado su apuesta política. No era tan esperable que el primer ataque, preludio de los que vendrán, tuviera tal intensidad. Su autor ha sido Newt Gingrich, antiguo portavoz del Congreso, miembro del consejo de política de defensa, y buen amigo de Donald Rumsfeld. El escenario ha sido el American Enterprise Institute, el think-tank neoconservador. El mensaje, rotundo: “Tras seis meses de fracaso diplomático, y un mes de triunfo militar, el Departamento de Estado se esfuerza de nuevo en la búsqueda de políticas que impedirán recoger los frutos de una victoria duramente trabajada”.

Las políticas a las que se refiere son, específicamente, las de Oriente Medio. Pero el debate va más lejos y gira, en el fondo, entorno a las maneras que ha de adoptar la hegemonía americana. Gingrich refleja el punto de vista del Pentágono, nacionalista y desinteresado en alianzas, mientras que el departamento de Estado sigue la tradición del internacionalismo liberal. Así, mientras los internacionalistas lamentan el “fracaso de la ONU” en la crisis de Irak, sus rivales neoconservadores se regocijan con él, pues ha demostrado a América la obsolescencia de las organizaciones internacionales (uno de ellos lo ha dicho así en estas mismas páginas).

El escenario de la disputa es, como de costumbre, Oriente Medio. Newt Gingrich, por cuya boca hablan Donald Rumsfeld y su poderoso adjunto Paul Wolfowitz, se muestra particularmente irritado con la próxima visita a Siria de Colin Powell. “La idea de un secretario de estado americano visitando en Damasco a un dictador que apoya el terrorismo y basa su poder en la policía secreta es ridícula”. Critica agriamente la famosa “hoja de ruta” entre palestinos e israelitas, tan jaleada por la prensa europea. ¿Cómo es posible, se pregunta, que Estados Unidos se obligue de nuevo a trabajar en un cuarteto del que forman parte la Unión Europea, Rusia y la ONU? Es aquí donde hace la acusación más grave: “Esto es un esfuerzo deliberado y sistemático por socavar las políticas diseñadas por el Presidente”. ¿Es esto cierto, o acaso Gingrich ha usado el nombre de Bush en vano?

Por lo poco que sabemos, es George Bush quien se resiste a aumentar la presión en Oriente Medio. A los pocos días de concluir la guerra en Irak, Donald Rumsfeld le presentó un plan para atacar Siria y no lo quiso ni ver. La famosa hoja de ruta, tan polémica en Estados Unidos, fue presentada por Condoleeza Rice al ministro israelita con la advertencia de que no iba a ser modificada. Y Powell ha afirmado que el presidente apoya su viaje a Siria.

Por tanto, el ataque a Colin Powell esconde una advertencia al Presidente Bush. No está sólo. Russ Limbaugh, cuyo programa de radio es escuchado por 20 millones de republicanos, ha afirmado que repensaría su apoyo a Bush si Powell visita Siria, “la Disneylandia del terrorismo”. Y Tom DeLay, jefe de los republicanos en el Congreso, ha ridiculizado la hoja de ruta como el resultado del autoengaño de ciertas élites europeas, sectores del Departamento de Estado y algunos intelectuales. ¿Qué hará George Bush, ante esto? Su respuesta dependerá, no de las promesas realizadas a Blair, Aznar y a sus amigos árabes, sino de lo que le diga al oído Karl Rove, el gurú que escudriña las encuestas. Pues su única prioridad no es Siria, ni Corea del Norte, ni Israel, sino ganar las próximas elecciones.


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