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Víctor Gago

Carta de Canarias

"¡Esto es fantástico, Marcelo!", exclamó Silvio Berlusconi, observando con excitación el puñado de lava humeante que acababa de depositar en la palma de su mano un funcionario del Parque Nacional de Timanfaya. La reacción del primer ministro italiano, durante sus vacaciones del pasado fin de semana en Lanzarote, es típica de quien descubre los prodigios de que es capaz la naturaleza de las llamadas Islas Afortunadas. Homero situó aquí el Jardín de las Hespérides, y Pomponio Mela identificó en su cartografía de las Islas dos afluentes: uno llevaba el agua de la eterna juventud; otro, el agua del olvido. Lo malo de escribir de oídas, como hicieron los antiguos sobre un Archipiélago situado más allá de las Columnas de Hércules, es la asociación de realidad y mito que se establece como hilo conductor de la Historia. En Canarias, todos los hechos, los de la naturaleza y los de la organización social, acaban siendo extraordinarios o singulares, a fuerza de ser descritos con un prisma de magia y no de razón. Por muy ilustres y sabios que fueran, los viajeros ha preferido, en general, dejarse guiar por el mito prodigioso. Buscando la fuente de la eterna juventud, han ido a dar con la del olvido. Aquí dejo unas humildes notas a las que nada honraría tanto como servir de guía razonable que evite que el eminente viajero que aterrizará el próximo 17 de mayo vuelva a beber del manantial equivocado.

Para empezar, Canarias no necesita ser singular ni prodigiosa para el Derecho y para los fondos públicos nacionales y comunitarios, sino sencillamente volver a ser la avanzadilla de España y de Europa que siempre ha sido, abierta a las corrientes atlánticas del comercio y las ideas. La Convención se dispone a consagrar el horrible concepto de "ultra periferia" en la futura Constitución Europea, reforzándolo como cobertizo jurídico de la excepcionalidad. España promueve, junto a Francia y Portugal, que Canarias se equipare a Martinica, Guadalupe, Azores, Reunión o Guyana, bajo un estatuto común de subsidios, blindajes de mercado y privilegios económicos y fiscales para sus empresas (no para el resto de los contribuyentes y tampoco para los consumidores). Coalición Canaria (CC), inspirada por ideas autárquicas e intervencionistas como no se veían en España desde la época anterior al plan de Ullastres y Navarro, se relame con el panorama de una excepcionalidad permanente de las reglas de juego. Permanecer en la "ultra periferia" de los centros de competencia del comercio mundial, y disponer de bula comunitaria para la discrecionalidad, permitirá a un Gobierno local con muecas populistas y tentaciones confiscatorias como el de CC consolidar políticas liberticidas que ya están en marcha y desarrollar otras que ha bocetado. Entre las que ya son una realidad, se encuentran la prohibición del crecimiento de la oferta turística, el cierre del mercado de las grandes superficies comerciales, la imposición de un arancel a la importación de materias primas y manufacturas que compiten con la industria local, o una Ley de Consumo que faculta al Gobierno para prohibir la comercialización de un producto o servicio cuando lo considere "antisocial". Entre las medidas latentes, figuran la prohibición de adquirir una segunda residencia, la limitación del establecimiento de nuevos residentes nacionales y comunitarios, la creación de una Agencia Tributaria o el establecimiento de una jurisdicción y unos organismos aparte en materia de Defensa de la Competencia.

El viajero se inclinará a creer que los signos de prosperidad que descubre son fiel representación del milagro que la planificación y el subsidio pueden obrar en un sistema lejano y aislado. La renta regional ha crecido a un ritmo superior del 4 por ciento durante los últimos diez años, se han creado 130.000 empleos durante los últimos cuatro, se han construido decenas de kilómetros de autovías, nuevos diques y aeropuertos, se ha formado un yacimiento de capital privado de más de un billón de antiguas pesetas desde 1994, todo ello gracias a transferencias de fondos comunitarios y nacionales, y a exenciones fiscales. Ciertamente, los fragmentos de hirviente desarrollo invitan a exclamar: "¡Esto es fantástico, Marcelo!". Sin embargo, nada puede excluir tanto a Canarias del porvenir del mundo desarrollado como la tendencia a caer en tal espejismo. Lo cultiva constantemente la retórica nacionalista, como base argumental de su abrasiva intervención en la esfera privada. De hecho, la política de Directrices económicas que hoy se aplica en Canarias, con planes de crecimiento trienales al más puro estilo soviético, se funda en los mitos del desarrollo destructivo, el agotamiento de los recursos naturales y la invasión de mano de obra foránea. El viajero deberá despojarse de las gafas del turista para advertir con toda claridad los verdaderos perfiles que presenta, hoy en Canarias, el paisaje de las oportunidades de progreso: el atraso lacerante en el que se encuentran los dos servicios más importantes que presta la Comunidad Autónoma, la Educación y la Sanidad; las barreras a la competencia levantadas mediante aranceles, moratorias y nuevas regulaciones; el incremento de la presión fiscal sobre los consumidores; la inseguridad jurídica que generan el gigantismo burocrático, la frecuente revisión de leyes y decretos, o la percepción de un alto nivel de corrupción política; la escandalosa carestía de la cesta de la compra, hoy la más prohibitiva de España, a pesar de que industrias e importadores isleños de productos básicos disfrutan, desde 1994, de un Régimen Específico de Abastecimiento (REA) que les ha reportado subvenciones comunitarias por valor de 800 millones de euros; y la pérdida de convergencia con el resto de España en términos de productividad laboral y ahorro, durante diez años de políticas proteccionistas y planificadoras.

Una última nota para el viajero ilustre la encabeza este recordatorio de H.L. Mencken: "La libertad política no sobrevive a la desaparición de la libertad económica". ¿Necesita Canarias libertad política hoy? No, gracias a Dios, con el dramatismo y el instinto de supervivencia de los ciudadanos que viven bajo el yugo del nacionalismo totalitario y del terrorismo en el País Vasco. Pero nuestra obligación no es sólo analizar los problemas presentes, sino advertir las tendencias de nuevos desafíos y adelantarnos a sus consecuencias. La conveniencia de sumar votos nacionalistas, supuestamente moderados, al consenso y la estabilidad nacional tiene un precio demasiado alto para no pocos españoles. La alianza de PP y CC ha entregado Canarias a los insularistas y radicales de izquierda como si fuera su finca particular, y ha convertido a sus ciudadanos en rehenes de un régimen que les segrega de las condiciones de desarrollo que están consolidándose en España y en las demás naciones donde impera la libertad económica, la sencillez administrativa, la austeridad de los políticos y la Ley. La conclusión de esta década de gobierno populista y colectivista de CC, mantenido por el PP, es un Archipiélago menos español, menos europeo y menos libre. Las brasas que maravillaron a Il Cavalieri este fin de semana en Lanzarote son las mismas que han nublado, a lo largo de 2.500 años, la perspectiva de poetas, científicos, viajeros y estadistas. El presidente Aznar tiene ante sí una sencilla gesta que comprender y resguardar: el empeño de generaciones, no siempre exitoso, por que su lejanía no les descuelgue de la Historia de España; un esfuerzo titánico que ha obligado a los isleños, en ocasiones, a colocarse a la cabeza de esa Historia. Canarias no merece el estigma de ser extraordinaria, sólo volver a ser lo que siempre ha sido: el comienzo de España. Señor presidente, todo esto que usted verá no es fantástico ni paradisíaco; es un volcán.


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