Menú
Richard W. Rahn

Más audacia en rebajar impuestos

La razón por la cual la propuesta del presidente Bush de rebajar los impuestos confronta problemas es porque faltó audacia en eliminar todos los gravámenes al ahorro y a las inversiones.

El debate demuestra que hay dos bandos de poco más o menos el mismo tamaño: aquellos que entienden cómo funciona la economía y los otros que no entienden o no quieren entender. El presidente y sus asesores pensaron que proponiendo un recorte modesto se avanzaría en la dirección correcta y disminuiría la demagogia de la oposición.

No fue así. Sólo ha logrado disminuir el tamaño y el entusiasmo de la coalición que apoya la propuesta, al igual que los beneficios de un mayor y mejor estructurado recorte impositivo.

Asumamos que usted quiere un mundo donde todos seamos económicamente iguales. Pero hay gente más rica, con más dinero e inversiones que otros, por lo que usted decide imponer un impuesto de 100% a los ingresos por intereses devengados, dividendos y ganancias de capital, pasándoles todo ese dinero a los pobres.

¿Qué pasará? Los ricos saldrían de sus inversiones y venderían sus acciones y bonos, por lo que el gobierno dejaría de recaudar el dinero que pensaba redistribuir. Pero la situación creada es mucho peor. Sin esos ahorros, quienes quieren fundar una empresa no conseguirán financiamiento en los bancos ni tampoco vendiendo acciones, por lo que no podrán contratar personal ni comprar equipos. Las empresas existentes quebrarían porque nadie tiene incentivo de tener acciones y los administradores procederían a distribuir los activos de las empresas entre los dueños. El resultado de tal política es que todo el mundo se empobrecería.

Aquellos que defienden la redistribución de la riqueza no pueden ofrecer el ejemplo de ningún país que haya prosperado así. Esa mayor igualdad siempre se traduce en un nivel de vida más bajo para todos.

Dado el fracaso de tasar 100% de las rentas, asumamos que entonces más bien se eliminan todos los impuestos a las ganancias de las empresas, a los dividendos e intereses devengados, lo mismo que a las ganancias de capital. ¿Qué pasaría? De repente se dispara el incentivo de la gente para ahorrar e invertir. Todos esos ahorros facilitan la creación de nuevas empresas, lo cual fomenta la demanda de plantas y equipos y especialmente de trabajadores para operarlos, a la vez que para producir más maquinarias.

A las empresas existentes se le facilitará conseguir créditos y vender acciones para crecer, requiriendo más personal y equipo. Bajaría el desempleo y aumentarían los salarios, al haber mayor demanda de mano de obra. El aumento de las ventas motivaría las innovaciones e investigaciones que, a su vez, incrementarían la productividad de los trabajadores, lo cual hace posible aumentar los sueldos.

Según una reciente investigación del premio Nobel de economía Robert Lucas, lo que más ayuda al bienestar de la gente, año tras año, es eliminar los impuestos al ahorro y a las inversiones. Y los gobiernos podrían inclusive aumentar la recaudación total bajo un sistema impositivo basado en el consumo.

Los críticos gritarán que se trata de favorecer a los ricos, pero la realidad es que la mayoría de los norteamericanos son dueños de acciones y bonos, interesándoles más su propio enriquecimiento que castigar a los que son más ricos que ellos.

La propuesta de eliminar el impuesto a los dividendos es positiva, pero si la amplían eliminando también los impuestos a los intereses y a las ganancias de capital se lograría mayor respaldo, mientras que los alaridos de la oposición serían los mismos. El momento de hacerlo es ahora, con una Bolsa deprimida. Así atraeremos mayor inversión extranjera.

Los gobiernos son capaces de empobrecer a todo el mundo, pero no son capaces de enriquecer a todo el mundo. Lo que sí pueden hacer es crear un ambiente donde todos tengan la posibilidad de mejorar su posición económica.
Richard W. Rahn es presidente de Novecon Financial y académico asociado del Cato Institute.

© AIPE

En Libre Mercado

    0
    comentarios