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Lo que se come durante las crisis describe muy bien a quien las protagoniza. De eso sabemos mucho los periodistas, hieráticos observadores de hileras de bandejas que algún día vimos pasar por delante de nuestras heladas narices. No es igual presenciar la llegada de una empresa de "catering" en condiciones que observar cómo casi se la pega contra aquella farola el motero del "tele paella". No es lo mismo que pidan tila a que soliciten un chupito de orujo blanco. El café es neutral, siempre se pide café. Pero si luego alguien da la órden: "copa y puro" es que la crisis está encarrilada y habrá "fumata blanca" más pronto que tarde. Mala cosa si optan por pedir sales de fruta. Si alguien dice "champagne" podremos dar por cerrada la crisis. Si, por el contrario, alguien grita "cava" ya no será lo mismo. Uno pide "cava" porque es lo políticamente correcto, pero cuando se pide "champagne" es que el personal está exultante. "¡Champagne para todos!", o lo que viene a ser lo mismo: "¡Que empiece la juerga!"...

El otro día presencié a un empleado de "tele pizza" entrando en el domicilio de los Ruiz Mateos. En casa de don José María había ese día crisis, y cuando vi al motero rojo, con su uniforme rojo y su gorra roja, aparcando su moto roja para después cruzar el umbral de la casa de la presidenta del Rayo Vallecano no sé por qué me dio que la familia había sacado la bandera blanca. Me imaginaba al chaval con los vales descuento y a doña Maria Teresa repartiendo por la mesa las "cuatro estaciones" y los "trinaranjus" y me dije a mí mismo que aquello olía definitivamente a Segunda División. Aquella crisis había entrado en punto muerto. Ruiz Mateos lo había visto claro tras su charla con los jugadores y quiso mandarle un mensaje a la prensa que se apostaba a la entrada de su chalé: "Pizza para todos". Fue como el anuncio de una rendición, algo así como una clave acordada de antemano: "si pido pizza es que no hay nada que hacer".

El caso es que, tras siete meses de silencio, Quevedo decidió hablar de nuevo el otro día con los periodistas. Lo único esperanzador que dijo es que la pizza se pidió después de haber dado buena cuenta del noble jamón. Sería poco (el jamón, digo) porque la pizzas entraron por docenas, empaquetadas en sus respectivas cajas isotérmicas con el objeto de no perder el calor por el camino. El jamón me indica que no todo está perdido en el Rayo Vallecano. Aunque las malas lenguas dicen que se lo comieron todo los veteranos. ¿Tendría razón el denostado Andoni Goicoechea?

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