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No hace falta descubir a estas alturas la complicidad de muchos periodistas de izquierda con el terrorismo de ese signo, e incluso con cualquier clase de terrorismo siempre que sea antioccidental, antijudío o antiamericano. Esa simpatía ideológica con el totalitarismo comunista o islamista se traduce en la presentación de sus crímenes como si no lo fueran o lo fueran pero menos, procurándoles todas las eximentes que permiten el vocabulario y la gramática. El periodismo anglosajón añade un toque racista a su predilección totalitaria, y llama combatientes en Colombia a los que en Gales llamaría terroristas, y denomina ejecuciones a lo que en su casa serían siempre asesinatos. Es uno de los frentes de la lucha antiterrorista en que menos se ha avanzado, en parte por el gremialismo que caracteriza a los periodistas y en parte por el dominio de la Izquierda en él.

Pero es indudable que también ese es un terreno en el que se debe luchar contra el terrorismo y sus cómplices. El mecanismo por el que una patulea de viejos progres entra en razón es bien conocido: amenaza de demanda judicial y denuncia económica. Si CNN en español, siguiendo a Reuters, habla de una de las jefes de la banda etarra como autora de la “supuesta ejecución” del director financiero de El Diario Vasco, Santiago Oleaga, es evidente que pone incluso en duda que sea un asesinato. La “ejecución”, fórmula que sólo puede usar el asesino, es la asumida por CNN, pero el “supuesto” añade aún más cautela, más consideración todavía para los asesinos y más desprecio para el asesinado.

No tengo duda de que una demanda del Grupo Correo y un manifiesto como el de los Doce intelectuales contra el terror en el País Vasco supondría el comienzo del fin de esta complicidad de los medios de comunicación con el terrorismo. ¿Para cuándo?

En España

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