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Rakesh Wadhwa

¿Por qué la corrupción?

Si usted necesita un permiso para construir una fábrica y la única manera de conseguirlo es pagándole a un funcionario, ¿es incorrecto hacerlo? Si necesita urgentemente unas medicinas que importó, pero que están atascadas en la aduana, ¿es inmoral sobornar al encargado? Si la única manera de conseguir la aprobación de la construcción de un hospital es sobornando a los funcionarios del ministerio, ¿sirve un propósito la corrupción? ¿No estaría usted dispuesto a dar unas rupias para conseguir su pasaporte en vez de poner en peligro el puesto que le ofrecieron en el extranjero?

Sería magnífico si las campañas gubernamentales contra la corrupción lograran que los funcionarios hagan su trabajo sin exigir coimas. Pero lo más probable es que funcionarios descontentos simplemente se crucen de brazos, con lo cual la pérdida para el país excedería los beneficios del intento de acabar con la corrupción.

Es prácticamente imposible actuar en contra de la indolencia e incompetencia de los funcionarios gubernamentales. A menudo, sin el incentivo de la coima, no harán nada y ¿quién cree que pagará por la paralización? Usted y yo pagaremos. A medida que se acumula el papeleo y la gente no consigue los permisos y las licencias, el país entero sufre.

Las leyes y regulaciones tienden a ser tan complejas y onerosas que a menudo es imposible sobrevivir sin incumplirlas. En la India, a los vendedores ambulantes y los hombres que tiran las calesas de dos ruedas que sirven como taxis no se les permite ganarse la vida sin una licencia del gobierno. Sólo en la capital, Nueva Delhi, casi un millón de personas sobreviven sin licencias pagando un tercio de sus ingresos a la policía y autoridades municipales. Si los funcionarios no aceptaran ser sobornados e hicieran cumplir la ley, más del 90% de esas personas se morirían de hambre.

La ilegalidad y la corrupción van de la mano. Las regulaciones y permisos que no invitan la corrupción son muy raros. ¿Sirve la corrupción un propósito? Lamentablemente, sí. Permite que los más pobres puedan comer y alimentar a su familia.

Según Robert Barro, profesor de economía de Harvard, “en algunas circunstancias la corrupción es preferible al cumplimiento de malas leyes. Por ejemplo, el resultado es peor si se cumple una regulación que prohíbe una actividad económica positiva, en lugar de buscársele la vuelta con sobornos”.

Si realmente queremos acabar con la corrupción tenemos que atacar sus raíces: las leyes y regulaciones impuestas por el gobierno que nos obligan a comprar los funcionarios para lograr los permisos y licencias sin las cuales la economía se paralizaría. Elimine los requisitos del permiso, simplifique el procedimiento y disminuirá considerablemente la corrupción.

Sin aranceles, cuotas de importación y licencias para todo, nadie tendría que sobornar a los funcionarios. Si se elimina el impuesto sobre la renta, no sólo se acabaría la corrupción sino también con los fiscales. Y si es necesario mantener el impuesto sobre la renta hay que simplificarlo al máximo. En Rusia acabaron con un sistema impositivo increíblemente corrupto al legislar una tasa única de impuesto sobre la renta de 13%. La recaudación en Rusia aumentó en 28% el primer año y la simplificación redujo simultáneamente el costo de la recaudación.

La salida es quitarle el peso muerto del gobierno de los hombros del ciudadano. El ahorro en los sueldos pagados a una burocracia innecesaria se utilizaría entonces para mejorar los salarios de aquellos funcionarios que realmente se necesitan. Eso fue lo que hizo Singapur. Los impuestos son bajos y las importaciones libres de aranceles. Los funcionarios del gobierno reciben buenos sueldos, a la par de la empresa privada. El resultado es que en Singapur no hay corrupción y el gobierno tiene un personal honesto, dedicado y eficiente.

Rakesh Wadhwa es economista y columnista.

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