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Alberto Míguez

Menem, cobarde, corrupto e irresponsable

Ni siquiera Jean-Marie Le Pen, el líder del fascista Frente Nacional francés, tuvo el tupé de retirarse hace un año de la competición electoral en la segunda vuelta cuando estaba clarísimo que Jacques Chirac ganaría por goleada, apoyado como lo estaba por todas las fuerzas políticas galas. No lo hizo tampoco Mario Vargas Llosa cuando en la segunda vuelta de su infeliz excursión política en Perú, su contrincante, Alberto Fujimori, se aprestaba a machacarlo electoralmente, como así sucedió. Ambos aguantaron la derrota anunciada con dignidad elemental.

Tuvo que ser “Carlitos” Menem, uno de los más pintorescos y corruptos ex presidentes de la Argentina moderna, quien cometiera el desaguisado mostrando así, como dijo el ahora presidente electo, Néstor Kirchner, en un discurso patético, “su último rostro: el de la cobardía”. Primero les robó a los argentinos, dijo también Kichner, el derecho a trabajar, después a comer y ahora a tener esperanza.

La fuga de Menem y la forma chapucera con que la representó su abandono –más de cuarenta y ocho horas burlándose de la ciudadanía y la traca final en su provincia natal, La Rioja, rodeado de incondicionales mafiosos– es como un torpedo en la línea de flotación de la renqueante democracia argentina, un insulto al futuro de estabilidad y dignidad que todos los ciudadanos desean. No contento con haber sido uno de los promotores de esta Argentina “devastada, destruida y arruinada” de la que hablaba también Kirchner en la madrugada de este jueves, se tomó la licencia de burlarse tanto de sus seguidores como de sus correligionarios peronistas.

Tal vez el único punto positivo de esta estampida indigna sea precisamente que con ella se cierra una página terrible de la historia argentina: la del peronismo mafioso y corrupto, un sistema habilitado para el robo, la extorsión y la promoción de mafias sindicales, pingües negocios y todo tipo de delitos. Al menos, así debería ser; pero la personalidad y la historia política del nuevo presidente, también cacique provincial peronista, no es muy tranquilizadora ni anuncia un porvenir radiante. En esta hora de cobardía e irresponsabilidad parece obligatorio ser pesimista, aunque la sombra de “Carlitos” se aleje del avispero argentino. Tal vez para siempre. Ojalá.

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