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Federico Jiménez Losantos

Hierro, Menem y las instituciones

Tras el penoso naufragio del Real Madrid en Turín, los periodistas le preguntaron al presidente del club, Florentino Pérez, acerca de la renovación de Fernando Hierro, ya que fue el máximo responsable de la debacle de la defensa –en rigor, “indefensa”– del nonacampeón de Europa. Pérez no se ha comprometido del todo, bueno es Pérez, pero ha declarado solemnemente: “Hierro es una institución del club”.

Carlos Menem, a quien rebasados los setenta siguen llamando “Carlitos” (tal vez por ser casi de la quinta de Gardel) se ha retirado en vísperas de la segunda vuelta para las elecciones presidenciales argentinas. Sus portavoces han dicho que lo hace “con el máximo respeto a las instituciones”; y alguno ha añadido que “por respeto a las instituciones” debe ser igualmente respetada la renuncia del “Presidente Menem”.

Ambos casos prueban la debilidad semántica del concepto “institución”, al menos en lengua española. En el caso argentino, ya es fuerte que haya pasado a la segunda vuelta de las elecciones un tipo que fue encausado por la justicia por dirigir una banda de contrabandistas de armas cuando ocupaba la Presidencia de la República. La propia institución presidencial fue manipulada a su antojo por el inquilino para comodarla a sus deseos de permanencia. El pueblo, que por entonces apreciaba a Carlitos, más sin duda que a la institución presidencial, refrendó el cambalache constitucional en populosa votación afirmativa. Una forma de respetar la institución por parte de Menem habría sido renunciar a favor de López Murphy, el tercer candidato por número de votos y auténtica alternativa al peronismo, pero tal vez la institucionalidad de aquel maltratado país no está pensada para la alternancia.

Menos dramático y acaso más instructivo como juguete intelectual es la institucionalidad conferida a Hierro por Florentino. Aunque el Madrid sea más que el Barça (a su vez “más que un club”) y, por tanto, muchísimo más que un club de fútbol, no ha conseguido todavía que las ideas, los valores, las virtudes y los conceptos, por ejemplo el respeto a la ley, el culto a la palabra dada, el rechazo de la mentira, la propiedad privada, la separación de lo privado y lo público, el desprendimiento y la generosidad, el sacrificio e incluso el señorío, desempeñen las funciones habituales en el balompié. Hasta ahora no se ha visto a ninguna institución de ese género achicar balones, salir al cruce, despejar de cabeza o salir con el balón controlado después de una recuperación. Aunque Del Bosque, que al parecer es menos institución que Hierro, haya declarado recientemente que su defensa es mejor que Beckembauer (tal vez refiriéndose al estado actual de ambos), no parece razonable que las instituciones se confundan con las personas y ocupen plaza fija en la alineación titular. En ese caso, lo normal sería la vuelta de Santamaría al centro de la zaga, la de Di Stefano por Ronaldo y la del propio Del Bosque por Cambiasso. Ésta última sería probablemente la única que mejoraría el juego del equipo.

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