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Alicia Delibes

Yo quiero ser feliz desde el principio

La coalición PSOE -IU ha dicho que ya está bien, que hay que echar de una vez al PP del poder y que hay que hacerlo por muchas razones. La fundamental es que es una gente casposa y “neoconservadora”.

Cuando la progresía antepone neo a liberal lo hace para insultar. Eso de liberal le suena demasiado bien y ya se sabe que al enemigo, ni agua. Lo de neoconservador lo ha dicho Zapatero que, desde que comenzó la campaña, se ha convertido en un hombre bondadosísimo, solidario y tolerante. Quizás lo que ocurre es que, como quiere llegar a presidente de todos y todas los españoles y las españolas, ha decidido no descalificar a nadie por conservador. De ahí, que a los casposos irrecuperables prefiera llamarles “neoconservadores”.

Para estos “neosocialistas” que aspiran a gobernar, conservador es un tipo como Gallardón que, cuando pacifistas malencarados le interrumpen un mitin, pide a los asistentes que se callen, que no protesten, que sufran en silencio los insultos y malostratos. Pero Ana Botella, ¿cómo va a ser conservadora una señora que le parece bien que la pobre Cenicienta sufra en silencio los insultos y vejaciones de unas tipas feas, malas y arrogantes?

Un día son los tres cerditos, otro Caperucita roja y ahora le ha tocado el turno a Cenicienta. Lo bueno de los cuentos es que, según se interpreten, permiten descubrir cómo piensa la gente. Supongo que por eso los entrenadores mitineros de Trini se pusieron a rebuscar, en aquel famoso libro de Ana Botella sobre los cuentos infantiles, algún desliz que demostrara lo “casposa” y “neoconservadora” que es.

Pues bien, esta estúpida polémica sobre los malos tratos que la contrincante del más duro púgil de esta campaña ha puesto sobre la mesa, me ha traído a la memoria una vieja historieta que nunca supe si era real o había sido inventada.

Cuentan que una abnegada maestra de cierto colegio decidió un día organizar una sencilla representación teatral con los niños de su clase. Se buscó un guión, se repartieron los papeles y, cuando ya por fin la buena mujer reunió a los niños para que empezaran a ensayar, observó que una de las pequeñas, la que iba a ser protagonista, se quedaba en un rincón con cara de evidente disgusto. “¿Y a ti qué te pasa?”, preguntó la profesora, “Es que no me gusta mi papel”, contestó la niña. “¡Cómo! pero si es el más bonito de todos. Es una niña triste y pobre pero tan buena y trabajadora que el príncipe se enamora de ella, la hace su esposa y se convierte en la joven más bella y feliz de todo el país”. Ya, dice la niña, pero a mí no me gusta porque yo quería ser feliz desde el principio”.

Se cuenta que entonces la maestra, que era muy buena, tan buena que no podía ser neoconservadora ni casposa, pensó que la niña tenía razón, que la felicidad no tiene por qué costar esfuerzos ni sacrificios y que los niños tienen derecho a ser felices desde el principio.

Dicen que lo del cuento de Cenicienta, Trini y Ana Botella ha sido cosa de Rubalcaba. No me extrañaría demasiado. Hay que ser especialista en asuntos de pedagogía para saber que ahora ya nadie habla de esfuerzos ni de sacrificios. Todos y todas tienen derecho a ser felices desde el principio. Y realmente, Rubalcaba de educación sabe mucho, muchísimo; no en vano fue uno de los grandes artífices de la peor ley de educación que hemos tenido en España.


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