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Hay varios motivos para suponer que el resultado de las próximas elecciones municipales y autonómicas van a suponer un serio revés, por no decir un batacazo, para el PSOE y más concretamente para sus líderes actuales.

En primer lugar, los líderes socialistas han perdido la batalla de la opinión pública en la Segunda Guerra del Golfo. Apostaron por una guerra larga y sangrienta, y la guerra fue corta y relativamente poco costosa, en cuanto al número de víctimas. Nunca propusieron posiciones alternativas, ni se reservaron una vía de salida en caso de que las cosas no fueran como ellos pensaban que iban a salir. En contra de lo que decían acerca de la necesidad de diálogo, mantuvieron una posición de principio, radical, cerrada a cualquier negociación. El resultado es que han dado la sensación de tener una posición puramente ideológica, que ni siquiera intentaba dar respuesta a las cuestiones que la gente común se plantea, aunque en el PSOE parezcan no creerlo, como las que se derivan de la nueva posición de España en el mundo. Aún peor, tras los atentados de Casablanca, no han resistido la tentación de responsabilizar al gobierno del terrorismo: es una táctica ya ensayada y que nunca ha dado resultados. Al contrario.

Pero además de poco realista, la posición del PSOE ha radicalizado y enrarecido la vida española. Esa tendencia puede responder a lo que se vive en el mundo estrecho y cerrado de la universidad pública o de algunas redacciones de periódicos, pero no al conjunto de la sociedad. El PSOE no ha condenado con la firmeza necesaria los ataques contra el PP, ha intentado deslegitimar al gobierno español y en consecuencia ha puesto en cuestión la democracia en España. No es una buena táctica, ni para los votantes de centro, que no creen en aventuras como las que han parecido proponer los socialistas, ni para los de derecha más caracterizada, que se movilizarán en contra del nuevo radicalismo.

Los socialistas podían haber compensado este error con otra estrategia en el terreno estrictamente municipal y autonómico. No ha sido así. En Madrid presentan a dos cabezas de lista poco conocidos y sin experiencia. Los socialistas, en todos estos años de oposición en el Ayuntamiento y en la Comunidad, no han sido capaces de formar equipos que presenten alternativas creíbles de gestión y política local. Los populares lo hicieron en la etapa socialista, esos equipos alcanzaron el poder, y hoy siguen gobernando. Los socialistas ni siquiera han empezado a hacer este trabajo.

El resultado es que a falta de otra cosa, los socialistas madrileños tienen que volver al discurso ideologizado y radical en contra de la Guerra del Golfo, una batalla ya perdida. Pero es evidente que los madrileños no están tan ideologizados y radicalizados como para preferir, en vez de Esperanza Aguirre, a un Simancas, un candidato que mucha gente sigue sin conocer, y que tendría que gobernar con el apoyo del candidato comunista al que la gente conoce aún menos.

El único efecto de la radicalización a la que el PSOE ha querido someter la vida española en estos últimos meses es que la gente se está callando el sentido de su voto. Vean ustedes con un poco de atención las encuestas publicadas, incluidas la última de El Pais, y comprenderán lo que está pasando. Veremos quién sobrevive de esta.

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