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Mary Anastasia O´Grady

El militarismo podría resurgir

Un coronel latinoamericano encabeza un golpe contra un presidente impopular. El golpe fracasa y el coronel va a la cárcel, pero su carrera apenas comienza. Antes de cumplir su sentencia, un nuevo presidente lo perdona y sale de prisión con la popularidad de un héroe. Pronto adopta su nueva identidad de nacionalista y socialista “democrático”, retando a la clase dirigente. El electorado, harto de la corrupción de la élite política y de ver pisoteados sus derechos, es hipnotizada por la demagogia del coronel.

Esa es la historia del presidente venezolano Hugo Chávez y también la del presidente Lucio Gutiérrez del Ecuador. ¿Se trata de una nueva tendencia en América Latina?

Enrique Ghersi, prominente abogado peruano, escritor y coautor del éxito internacional de librería en 1986, El otro sendero, piensa que tal tendencia parece estar emergiendo. “Caracteriza a este neomilitarismo una enemistad profunda con la sociedad democrática y la economía abierta. Da la impresión que tiene además un acento populista pronunciado y una peligrosa dosis de infiltración comunista”, escribió Ghersi en abril, en una columna distribuida por AIPE. “En el fondo, lo que representa es el descontento popular que existe contra la política democrática en Latinoamérica”.

Según Ghersi, Perú puede ser el próximo y menciona un posible candidato, Ollanta Humala, un teniente coronel que dirigió una rebelión contra el ex presidente Alberto Fujimori, fue perdonado después de la renuncia de Fujimori por el presidente interino Valentín Paniagua y ahora tiene aspiraciones políticas, promoviendo un populismo izquierdista.

Vale la pena prestar atención porque Perú de nuevo sufre una profunda crisis política que comenzó hace un mes con una huelga nacional de maestros. La huelga degeneró en grandes manifestaciones y violencia, se bloqueó el tráfico en las principales carreteras y el 28 de mayo el presidente Alejandro Toledo declaró un estado de emergencia. Los huelguistas se quejaron de “represión” y un estudiante fue muerto en Puno, presuntamente por disparos del ejército.

A pesar del anuncio de un acuerdo preliminar con el sindicato, el presidente Toledo estableció el patrón de acceder ante la violencia desde el fracaso de la privatización eléctrica. Su gobierno es débil y, peor aún, la democracia puede peligrar en Perú.

Toledo utilizó su etnia en la campaña electoral, por lo que las masas esperaban soluciones a sus problemas. Por el contrario, Toledo se triplicó el sueldo a 18.000 dólares mensuales (reducido posteriormente a 12.000 dólares) y tiene la reputación en Lima de andar de fiesta en fiesta.

A la mitad de su período de cinco años, su popularidad se ha desplomado a 14%, mientras que muchos que lo apoyaban se pasaron a la extrema izquierda. El mensaje es que el liberalismo económico produce pobreza. No importa que la liberalización en Perú haya sido escasa y la hostilidad hacia la economía de mercado es fomentada por una guerra contra las drogas de Estados Unidos que enemista a los peruanos y promueve la retórica anti-yanqui. Así se le facilita el camino a Humala.

El sol es una moneda estable y la economía crece entre 4% y 5% al año. Pero tales estadísticas no reflejan la realidad de la mayoría de los peruanos y faltan las reformas que los ayudarían. Millones de empresarios peruanos siguen confrontando regulaciones impresionantes, empujándolos a la economía informal donde es más fácil sobrevivir, pero se pierde el acceso al financiamiento. Como Toledo no se atreve a enfrentarse a la burocracia que vive de las regulaciones, la situación empeora.

Tampoco es suficiente aparentar mano dura fiscal cuando las leyes impositivas favorecen a intereses especiales y frena el espíritu empresarial. Un buen gobierno permite que el sector privado haga la torta más grande, en vez de impedir que la gente tenga acceso a la torta. Se debe desenmascarar la oposición a las reformas por parte del sindicato izquierdista de maestros, pero es difícil contradecir sus argumentos sobre la inequidad de sueldos de 200 dólares mensuales para los maestros.

Por su debilidad, Toledo puede alinearse con políticos retrógradas. El principal de estos es el ex presidente Alan García, quien regresó del exilio para liderar nuevamente el APRA. Las encuestas muestran la popularidad de García, a pesar de la desastrosa hiperinflación sufrida bajo su gobierno a fines de los 80. Puede estar buscando compartir calladamente el gobierno con Toledo. A cambio de su apoyo, García contaría con cierta ayuda si la Comisión de la Verdad lo declara culpable de violaciones de derechos humanos bajo su mandato o si la investigación del ministro del Interior revela enriquecimiento ilícito.

Tan preocupante como García es el partido Patria Roja que controla los grandes sindicatos y el Frente Popular. Sabe movilizar a los indígenas y apoya las huelgas y la violencia política.

También está Humala, de quien Ghersi escribe: “no obstante haberse levantado en armas los últimos días de Fujimori, acaba de ser ‘premiado’ con la agregaduría militar del Perú en Francia. Tremenda necedad. Tres de los últimos dictadores militares ocuparon el mismo cargo. Después regresaron al Perú a golpear: Oscar R. Benavides, Luis M. Sánchez Cerro y Juan Velasco Alvarado. Si la historia no se equivoca, Ollanta Humala tal vez podría ser el próximo”.

Pasó el último aguacero, pero sigue la tormenta. Es improbable que Toledo logre alguna reforma importante en el tiempo que le queda. Los peruanos buscarán otras alternativas en las próximas elecciones. No sorprendería la elección de un hombre fuerte que ofrezca renovación nacionalista por vía del aislamiento económico y la reaparición del estatismo, parecido a quienes gobiernan hoy en Venezuela y Ecuador.

Mary Anastasia O’Grady es editora de la columna Las Américas del Wall Street Journal, diario que publicó originalmente este artículo y autorizó la traducción de © AIPE.

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