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Amando de Miguel

Etiquetas políticas

El principio es que, en el ruedo político, cada uno se pone el traje que quiere, se hace llamar con la etiqueta previamente elegida. Pero algo no funciona cuando ese esquema se rompe por tantas partes. En Cataluña o el País Vasco hay, no uno, sino varios partidos nacionalistas; la mayor parte de ellos ni siquiera se consideran a sí mismos como partidos. Es cierto que existe un PSOE centenario, pero las siglas completas muchas veces se evitan. Sus dirigentes hablan de “Partido socialista” sin más apellidos o bien de “Partido de los socialistas” de tal o cual región. Lo que no he visto es que ninguno diga pertenecer al “partido de los socialistas y las socialistas”. Ahí se ve lo falso que es el prevenido “igualitarismo de género”. Los comunistas ahora gustan de sentirse arropados en una más amplia integración de “la izquierda” o “los progresistas”. Muchos dirigentes del PSOE se apuntan a esas difusas caracterizaciones. Como es sabido, el PP es el partido de la derecha, pues no hay ningún otro con entidad parlamentaria que pueda aspirar a esa posición. Sin embargo, los dirigentes del PP dicen pertenecer a un partido de “centro reformista”. Esa etiqueta resulta sumamente imprecisa y desafortunada. Todos los partidos quieren reformas y casi todos aspiran al voto de centro, en el sentido del que se expresa con moderación. ¿Por qué son tantos los que no quieren aparecer como lo que realmente son?

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