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Víctor Llano

Biscet y Martha

Aunque no pasan dos días sin que en Europa se convoque un acto para denunciar los crímenes de la tiranía castrista, todos esos reproches no parecen afectar al verdugo que está decidido a morir matando. A Castro no le preocupan las manifestaciones, ni los editoriales de los periódicos europeos, ni los rapapolvos de una izquierda que siempre le ha apoyado y ahora, a regañadientes, le pide que fusile un poquito menos. Esteban Dido sólo se arruga ante las pistolas; lo que digan de él ya hace mucho que ha dejado de importarle. Es inútil pedirle clemencia. Después de torturar durante cuarenta y cuatro años no sabe hacer otra cosa. Quizás acierten los que aseguran que quiere provocar un Apocalipsis para ocultar su fracaso, y tal vez se desmaye con más frecuencia de lo que desearía, pero lo cierto es que aún disfruta de una gran capacidad para hacer daño.

Por desgracia, los disidentes que tortura desde hace tres meses no tienen que esperar el Apocalipsis que muchos anuncian, ya viven inmersos en un holocausto que sólo les puede conducir a la muerte. Martha Beatriz Roque, la única mujer de los 75 activistas de los derechos humanos que Castro encarceló el 18 de marzo, ha perdido 30 libras de peso desde que habita un inmundo agujero en la prisión de Manto Negro. Según denuncia María de los Ángeles Cabello, sobrina de la que era la principal responsable de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba, a Martha se le ha dormido la parte izquierda del cuerpo y, aunque también se le ha agravado la hipertensión que padece desde hace tiempo, la justicia que informatizó Ibarretxe no le ofrece asistencia médica. Pero no es sólo Martha Beatriz la que está siendo torturada en la Isla-cárcel. Por su interés, reproducimos tres fragmentos de una carta en la que la mujer de Biscet pide a la comunidad internacional que haga algo por su marido.

Soy Elsa Morejón Hernández, esposa del Dr. Óscar Elías Biscet, prisionero de conciencia y Presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos en Cuba. Mi misiva tiene como propósito denunciar ante el mundo la crítica situación en que se encuentra mi esposo.

El Dr. Biscet está preso desde el 23 de abril en una celda tapiada de una cárcel de Pinar del Río. Esta celda mide 2 por 1 metro, con insuficiente iluminación y ventilación, sin agua corriente y sin servicio, por lo que sus necesidades fisiológicas debe realizarlas en un hueco. El agua con la que se lava se le proporciona en un cubo. No tiene cama, por lo que se ve obligado a dormir en el suelo. Se le ha prohibido todo tipo de libro, incluida la Biblia, y no se le permite tener ninguna otra propiedad, ni alimentos, ni medicinas, ni papel, ni pluma. No puede tomar ni un momento el sol, ni comunicarse con el exterior vía correo. Únicamente posee una sábana, una toalla, pasta de dientes y un cepillo dental. Sus ropas de civil le fueron retiradas el 23 de abril, por lo que desde esa fecha sólo se viste con un short y calza unas chancletas de baño.

Desde hace más de un mes no me permiten verlo, tampoco hablar con él vía telefónica.

Elsa Morejón

El Doctor Óscar Elías Biscet, condenado en 1999 a tres años de prisión por reclamar el cese de la pena de muerte y pedir la liberación de todos los presos de conciencia, abandonó la cárcel el 31 de octubre de 2002; sin embargo, fue de nuevo encarcelado un mes y seis días después por insistir pacíficamente en que es su país se respeten los derechos humanos. Incluso, se le llegó a acusar de supuestos delitos que no pudo cometer por estar ya en prisión.

A pesar de que el gobierno de Ibarretxe y Madrazo ha informatizado la barbarie comunista, el dinero de los impuestos que pagan los contribuyentes vascos no ha servido para que en el feudo de Kastro se eviten este tipo de “errores”. Todo lo que llega a la Isla-cárcel gracias a la siniestra colaboración internacional, se pone inmediatamente al servicio de los torturadores. No obstante –por muchos que sean los que todavía le socorran– el sátrapa que intenta destruir a los héroes cubanos se desmaya cada dos días. No puede tardar mucho en arrodillarse ante Satanás. Ya se demora. En cualquier caso, sus víctimas no han de perder la esperanza. Es lo único que tienen. Si han llegado hasta aquí, han de aguantar un poco más. Lo hemos dicho en otras ocasiones –tal vez confundamos nuestros deseos con la realidad– pero estamos convencidos de que bailarán sobre su tumba.


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