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Federico Jiménez Losantos

Se impone pagar el diezmo a Polanco

No es la primera vez que el Tribunal Supremo demuestra su exquisita obediencia a las órdenes de Polanco. Es imposible olvidar, porque constituye un hito en la historia de la Justicia (ejem) española, la persecución, condena y expulsión de la judicatura del juez Liaño a manos de los ancos y bacigalupos de ése tribunal, por atreverse a comenzar la instrucción de una posible causa tras el cambio de las fianzas de Canal+ a Canal Satélite sin avisar a los interesados, delito que en otros países acarrearía la cárcel, mas no para el juez que lo persigue sino para el que dispone del dinero que no es suyo. Excentricidades del extranjero. De entonces data la célebre frase de don Jesús proclamando que tenía en nómina más abogados que periodistas. Para su tipo de negocio, es sin duda el personal más adecuado, siempre que no le fallen los jueces, porque ¿qué es el más elocuente abogado ante un juez voluntariamente sordo? Nada. Apenas un bulto sospechoso. Por fortuna para Don Jesús , los jueces no le fallan. Al contrario: como si de posibles sucesores de Aznar se tratase, procuran adelantarse a sus deseos. ¡Diligencia admirable!

Tampoco es la primera vez que la "prevarigalupación" judicial entronca con la "piquevaricación" del Gobierno del PP, a su vez continuadora de la "plusvaricación" del Gobierno del PSOE. Desde la legalización de la ilegal Localia hasta el clamoroso incumplimiento de la sentencia del Supremo (ah, qué tribunal tan familiar y entrañable) sobre la devolución de las emisoras del antenicidio, pasando por la concesión del monopolio perfecto de la televisión de pago, no hay una sola norma legal y moral, política o económica, que no haya conculcado para favorecer a Don Jesús. Como la derecha lo hace por los palos que recibe del Imperio, es indudable que no estamos ante un vulgar fenómeno de corrupción política, sino de refinada perversión sadomasoquista, bien que con un aspecto de especial gravedad: el vicio corre a cargo del contribuyente.

Y el vicio –o sana costumbre– de agradar a Don Jesús en todas las instancias del Estado ha llegado a tal extremo que, por el bien de todos, se impone su racionalización. La imposición de una arbitraria multa "al Gobierno" , es decir, a los contribuyentes, por valor de 26 millones largos de euros, unos cuatro mil quinientos millones de pesetas, que es la última y generosa contribución del Supremo al genio empresarial de Don Jesús, obliga a todos a asumir la situación en su cruda realidad y con todas sus consecuencias. Si hay un poder fáctico en España ante el que todo y todos se inclinan o ante el que todos hemos de inclinarnos para no rompernos del todo, hagámoslo, pero sin poner en peligro los equilibrios básicos de nuestra economía ni el Déficit Cero. Vótese en las Cortes el pago de un canon o diezmo anual a Polanco que le permita mantener su tren de vida empresarial y personal sin tener que recurrir periódicamente al asalto del Erario. O mejor: que Polanco comunique a los representantes del pueblo el precio que considere justo por todos sus muchos y valiosos servicios, desde la liga de fútbol a la paz social y la ilustración cultural, vótese, entréguese junto al DNI o el pasaporte el descodificador universal de sus medios audiovisuales y rematemos esta transición del franquismo al polanquismo pasando por la democracia y sin liquidarla del todo. Será más sencillo y, a la larga, más barato.



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