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Los socialistas de la capital, con las prisas, se equivocaron de convocatoria. Ellos querían ser modelos voluntarios en la foto de Spencer Tunick pero, en vez de coger el puente aéreo y plantarse en Montjuic, la inercia les condujo a la Asamblea madrileña, donde, en singular performance, se quedaron en cueros.

Cuando se dieron cuenta del error, balbucieron improvisadas excusas sobre no sé qué percances de un par de compañeros; luego Westendorp, encaramado a su mesa de edad, hizo un amago de golpecito de estado de la señorita Pepis y bloqueó durante un rato el funcionamiento de la cámara. Que no era la cámara de Tunick sino la cámara legislativa de donde debía nacer la gran “alternativadeprogreso”, punto de apoyo para apalancar a Zapatero a la Moncloa. Con el extemporáneo performance, el PSOE, que más que un partido político es un collage, se había quedado con las costuras al aire. Y en tan apurada situación, se había retratado.

España entera ha visto, valorado y sopesado sus vergüenzas. He aquí algunas: renovadores por abajo, o por la base, ayudó decisivamente a aupar a Zapatero a la secretaría general, al punto que el propio Tamayo actuó como custodio de sus avales la víspera del XXXV Congreso. Pepín Blanco, hacedor de entuertos, había hurtado, al despiste, ciertas denuncias a Tamayo ante el comité de ética socialista, oxímoron flagrante. Zapatero impuso a Simancas la presencia de Tamayo et altri en las listas; sin embargo, los de Balbás se sintieron maltratados en el prematuro reparto del botín y, en consecuencia, decidieron actuar como si un par de diputados pudiera tener criterio propio. Semejante ocurrencia ha amenazado con desnudar al entero sistema de partidos. Pero el PP sigue vestido. El PP no es que no se desnude, es que no se afloja la corbata aunque lo tapen con el biombo del voto secreto, como se vio en la guerra.

A quien sí ha alcanzado el desnudo, por simpatía, es a los comunistas. La reacción de Llamazares es la que tendría un león hambriento si le retiraran la carnaza en el momento justo en que, babeante, se dispone a devorarla. No quiero ni pensar la que iban a montar los castristas españoles con un billón en sus manos. Ahora rugen en dirección equivocada, advirtiendo de vagos peligros a Aznar, quien con gran diligencia ha esgrimido un espejo y les ha mostrado al responsable de su frustración: ellos mismos.

Habrá nuevas elecciones y serán de lo más entretenidas. Los votantes de todo signo ya le han visto a la izquierda los michelines de la ambición, los colgajos de la desorganización y las cicatrices de la impostura. Sabrán a qué atenerse. La consecuencia es inevitable: la palanca de Zapatero se va a quedar sin punto de apoyo, él sin Moncloa, Pepín en el paro, Tamayo con gafas oscuras y barba postiza, Doña Esperanza en la presidencia que merece y nosotros con la foto del desnudo de grupo enmarcada y colgada en la pared: ¡memorable momento!


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