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Isaac Katz

Los retrógrados

Retrógrado: reaccionario, opuesto al progreso (Diccionario Laurousse). En México abundan tales individuos. Son aquellos, quienes envueltos en una bandera de supuesto patriotismo y de nacionalismo, se oponen de manera sistemática a que en el país se hagan las reformas institucionales que nos llevarían al mayor progreso económico y mayor bienestar de la población. También son retrógrados aquellos que se oponen a las reformas con tal de defender sus intereses personales o de grupos, aquellos para quienes lo primero son sus prebendas. Ejemplos abundan de ambos tipos de retrógrados, destacando los políticos de izquierda, los políticos de derecha con inclinaciones fascistas, los empresarios que buscan la protección gubernamental a su coto y los sindicatos. Todos ellos, reaccionarios, impiden que el país evolucione hacia un marco institucional más eficiente y permitir un mayor nivel de desarrollo económico.

Los políticos de izquierda, esos que pululan en el PRD y en el PRI, a pesar de la enorme evidencia internacional que existe sobre la ineficiencia del gobierno administrando la economía, aún piensan que el gobierno debe gastar todavía más de lo que ya gasta, que el déficit fiscal no importa, que a las empresas nacionales hay que protegerlas de la competencia externa, que hay que subsidiar ramas de actividad económica particulares y que el gobierno debe seguir siendo el dueño de empresas en aquellos sectores “estratégicos” para el desarrollo nacional. A ellos, bajo ninguna circunstancia, se les ocurre que un país en el cual las acciones individuales se guían por el interés particular, interactuando en mercados competitivos y eficientemente regulados, será un país más desarrollado que uno en donde el gobierno interviene en cada ámbito de la vida nacional, uno en donde el burócrata encumbrado en la estructura gubernamental piensa que él sabe invertir mejor los recursos que cada uno de los individuos propietarios de esos recursos. Estos políticos de izquierda niegan el principio básico que debe guiar toda economía: los individuos deben gozar de la libertad para contratar, es decir, la libertad para entrar en un intercambio voluntario que beneficia a ambas partes.

Los políticos de derecha con claras tendencias fascistas no son en realidad muy diferentes de los políticos de izquierda, como atinadamente señaló Friederich A. Hayek en su libro Camino de servidumbre. Esos políticos de derecha también piensan que ellos pueden dirigir la economía y la acción individual subordinándola a un “noble principio social”. Al igual que los de izquierda, no se les ocurre que para que un país se desarrolle necesita reglas de juego claras; es decir, un marco legal donde los derechos privados de propiedad y el derecho natural de los individuos estén eficientemente definidos y además estén protegidos por un poder judicial independiente e imparcial. Para esos políticos de derecha, el otro principio básico, la libertad de contratación, es decir el que no se pueda forzar a nadie a involucrase en un contrato de compra – venta, sea laboral o de bienes y servicios, no tiene validez. En su visión, al igual que con los de izquierda, el individuo no es más que un engranaje para alcanzar ese “noble principio social”. Sin embargo, al violar todos los preceptos básicos de la libertad, tal objetivo nunca se alcanza, pero se mantiene a los individuos subyugados por el aparato gubernamental.

Otro grupo de reaccionarios son los empresarios que continuamente abogan por subsidios del gobierno, fiscales, financieros o a través de la protección contra la competencia externa. Ellos, que afirman estar a favor del libre mercado, realmente quieren que se aplique la libertad económica a los demás, mientras gozan de privilegios concedidos por los políticos. “Que los demás compitan, a mí protéjanme”. Y el problema es que el gobierno, al enfrentarse a poderosos empresarios, tiende a protegerlos y les permite prácticas monopólicas que violan el principio de libertad de elección. Finalmente, los sindicatos buscan siempre y a toda costa proteger sus prebendas económicas y políticas, aunque ello signifique menos empleo y salarios reales inferiores para el conjunto de la clase trabajadora.

México no avanzará mientras no se venza a las fuerzas retrógradas que impiden el progreso. Para ello se necesita un estadista. Lástima que no lo tengamos.

Isaac Katz es investigador y catedrático en el Instituto Tecnológico Autónomo de México.

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