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Una estrategia para Europa

La Guerra de Irak destruyó el trabajo realizado, desde el Tratado de Maastrich y la cumbre anglo-francesa de Saint Maló, para constituir un II Pilar europeo dirigido a dotarse de una política exterior y de defensa común. Se hizo evidente el abismo entre los que consideraban que el poder norteamericano era el principal problema y los que pensábamos que el terrorismo internacional y la proliferación de armas de destrucción masiva eran la amenaza a combatir. Tras la crisis se hace necesario reconstruir el consenso y para ello nada mejor que empezar por los cimientos. Los gobiernos encargaron a Javier Solana la redacción de un primer documento sobre principios estratégicos. El texto es ya una realidad y el debate está servido.

El contenido es coherente con la labor de Solana en la Alianza Atlántica y, muy en especial, con la redacción del Concepto Estratégico de 1999. En aquellos tiempos Clinton y Albright, hoy elevados a los altares de la fe progresista, eran criticados duramente por inventarse amenazas y tratar de arrastrar a los europeos a aventuras ajenas a nuestra geografía e intereses. Capitaneados por Fisher, los gobiernos del Viejo Continente se resistieron a aceptar con carácter general las “intervenciones fuera de área” y las medidas de “contra-proliferación” que fueran más allá de las sanciones diplomáticas y económicas. El tiempo demostró hasta qué punto, una vez más, los europeos trataban de no enterarse de la realidad para no tener que asumir sus responsabilidades. En ese juego no entraron ni Aznar, ni Blair ni Solana.

El tiempo ha dejado obsoletas aquellas posiciones, pero las corrientes de fondo son las mismas. Solana, ahora en la Unión Europea, ha vuelto a plantear el problema en términos realistas. Las amenazas más importantes son el terrorismo internacional, las armas de destrucción masiva y los estados fallidos. Debemos aspirar a resolver el problema de nuestra seguridad desde un mundo regido por el derecho y los organismos internacionales, pero este multilateralismo tiene que ser “efectivo” y “debemos estar dispuestos a actuar cuando se vulneren sus normas”. La ONU está para resolver problemas, no como una barricada contra el poder hegemónico de Estados Unidos o como un instrumento para evadirnos de nuestras responsabilidades. Europa no tiene por qué ser antinorteamericana, el vínculo trasatlántico sigue siendo necesario y deseable.

El texto de Solana es valiente y responsable, está lejos de las posiciones defendidas recientemente por el eje franco-alemán, por su propio partido y por muchos gobiernos y ciudadanos europeos. Sin embargo, es sólo un papel. La batalla no ha hecho más que empezar y las resistencias a adoptar una estrategia como la aquí apuntada serán enormes, aunque mucho menores que para aplicarla llegado el caso. El II Pilar es poco más que un proyecto, pero esencial para la configuración de una Europa Unida. Los estados ya no son capaces de resolver sus problemas de seguridad en un mundo globalizado. Sólo unidos podremos, pero las diferencias ideológicas y de mentalidad entre los 450 millones de europeos son, hoy por hoy, enormes.

GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.

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