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EDITORIAL

Chávez, la vía “democrática” hacia el comunismo

Después del 11-S, el punto prioritario en la agenda de la comunidad internacional es y debe ser la lucha contra el terrorismo y contra los estados que lo amparan y financian. Una vez liquidado el régimen de Sadam Husein, las miradas se dirigen hacia Irán y su programa nuclear, con Corea del Norte como objetivo final en el horizonte. La Unión Europea, con el beneplácito de Francia y Alemania, ha encargado a Javier Solana un documento, publicado recientemente, donde se reconoce la hegemonía política y militar de los EEUU en la lucha contra el terrorismo y donde se aceptan las tesis fundamentales de la política internacional norteamericana. Sin duda es una buena noticia que la “vieja Europa”, bien por convicción sobrevenida o bien por las presiones de EEUU, haya decidido entrar en razón, al menos en apariencia, y optar por fortalecer el vínculo atlántico.

No obstante, no hay que perder de vista que la hegemonía estadounidense ha de traducirse necesariamente en la lucha contra las amenazas a la seguridad que, a los ojos de los norteamericanos, puedan afectarles de forma más directa; especialmente las que proceden de países con dictaduras ya consolidadas que se declaran enemigos abiertos de EEUU y sus aliados. Por ello, casos como los de Ecuador y Venezuela, especialmente este último, donde la democracia languidece rápidamente pero la dictadura aún no se ha consolidado, no forman parte por desgracia de la lista de preocupaciones más perentorias de EEUU, en la medida en que, de momento, no constituyen una amenaza seria para la seguridad internacional. Aunque comprensible, esta política adolece de una gran estrechez de miras, especialmente si se tiene en cuenta que la ley básica de la estrategia es impedir que los enemigos potenciales se fortalezcan. Aunque parezca una obviedad, el mejor modo de acabar con una dictadura hostil es impedir que llegue a consolidarse. Y para ello, basta con ejercer una suave pero intensa presión diplomática, especialmente cuando la gran mayoría de los ciudadanos del país en cuestión se opone a la dictadura en ciernes.

La indiferencia de la comunidad internacional respecto a la dictadura comunista que Hugo Chávez pretende imponer en Venezuela, a imagen y semejanza de la de Castro en Cuba, constituye tanto una tremenda muestra de insolidaridad con el pueblo venezolano como un error estratégico. Chávez está siguiendo todos los pasos que prevé el manual de la antigua Komintern para la implantación de dictaduras comunistas por la vía “democrática” –como intentó hacer Allende en Chile–, asesorado directamente por Fidel Castro, su mentor político. En primer lugar, ha logrado descabezar y desmoralizar a la oposición democrática gracias a la inoperancia de la OEA, a la ingenuidad de Carter y –también es preciso recordarlo– a la necesidad de EEUU de estabilizar el suministro de petróleo en vísperas de la segunda guerra del Golfo. En segundo lugar, se ha hecho con el control de PDVSA, la principal fuente de riqueza de Venezuela. En tercer lugar, ha amordazado a los medios de comunicación hostiles con leyes contra la libertad de prensa.

Y en cuarto lugar, ha decretado la prohibición de poseer dólares y la obligación de entregarlos al Banco Central bajo severas penas, con el objeto de asfixiar económicamente a los empresarios y sectores productivos que se le oponen y favorecer a aquellos que le son afectos. Como resultado de ello, Venezuela se está empobreciendo rápidamente: la economía venezolana ha decrecido un 29 por ciento sólo en el primer trimestre del año, la inflación interanual llega al 35 por ciento, el desempleo alcanza a la cuarta parte de la población activa y 200.000 niños ya han sido abandonados. Ni qué decir tiene que estos resultados son parte de los planes de Chávez, de acuerdo con el manual de la Komintern: una población hambrienta dedica sus escasas fuerzas a obtener alimentos y no se preocupa de hacer oposición activa.

El referéndum revocatorio de agosto puede llegar demasiado tarde para los venezolanos, habida cuenta de que Chávez ha tenido tiempo sobrado desde febrero para hacerse con el control de los mecanismos electorales colocando a gente de su confianza en los puestos clave y fabricando identidades falsas –fueron despenalizadas no hace mucho– para que sus acólitos puedan votar varias veces. Para ello cuenta con “asesores” cubanos que, además, ya se han hecho cargo de la educación y del control de la producción de petróleo y se ocupan de organizar y entrenar a las milicias terroristas de Chávez, los “círculos bolivarianos”, a imagen y semejanza de los Comités de Defensa de la Revolución castristas.

La comunidad internacional aún está a tiempo de abortar el embrión de dictadura chavista. Para ello, es indispensable la presión diplomática al más alto nivel y un decidido esfuerzo por verificar que el próximo referéndum tenga lugar con todas las garantías de limpieza que se exigen en un estado democrático. España debería jugar un papel preponderante en ello, aprovechando las excelentes relaciones con EEUU. Al fin y al cabo, además de liberar al pueblo venezolano de una odiosa tiranía en ciernes, se trata de que EEUU y sus aliados no tengan que hacer frente en el futuro a otro Irán en el hemisferio occidental, con grandes reservas de petróleo y recursos financieros para apuntalar a Castro y financiar las actividades de los enemigos del mundo libre.

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