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Amando de Miguel

De etimologías

Las palabras son el pálpito de la vida. Por esa razón la etimología nos dice mucho sobre la esencia de las cosas. Por ejemplo, la cocina y la magia aparentemente no se parecen en nada, pero tienen un origen común. El origen de la cocina está en el arte de encender y conservar el fuego. Los primeros cocineros fueron los hechiceros que, a su vez, dominaban el conocimiento de las plantas medicinales. Seguramente el cultivo de las primeras plantas se hizo con propósitos curativos, esto es, mágicos. Ya digo que, a través de las palabras castellanas, no es posible adivinar del todo esos orígenes, pero sí a través de las palabras griegas. Obsérvese estas dos voces: magia y magdalena. Magia viene del griego con el mismo significado de lo oculto y misterioso, la sabiduría esotérica. Magdalena es en griego el bizcocho. Hay otras palabras griegas con ese mismo prefijo mag- que se refieren a los panecillos o los alimentos cocinados, a la cocina misma. El sonido mag (onomatopéyico), en la lengua original indoeuropea, equivale a “amasar”. De ahí viene nada menos que “masón”, en francés “albañil” y luego persona relacionada con ritos mágicos.

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