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Alicia Delibes

Las matemáticas y el individualismo

Un conocido pretendía explicarme un día que el problema de la enseñanza de las matemáticas viene de que los profesores “saben muchas matemáticas pero no las saben enseñar”, o de que “lo que hay que hacer es enseñar a pensar”. Como no estaba dispuesta a escuchar por enésima vez el tan sabido rollo de los pedagogos progres, le dije, “No, lo que ocurre es que para aprender matemáticas hay que ser un poco individualista y como desde hace casi un siglo se persigue el individualismo como si fuera el mayor pecado de la humanidad, el problema este del aprendizaje de las matemáticas no tiene visos de solución”.

Mucho de cierto hay en ese asunto aunque debo reconocer que aquella fue una respuesta un tanto irreflexiva destinada, fundamentalmente, a callar a un interlocutor que empezaba a irritarme, no sólo porque quisiera dar lecciones de pedagogía barata, sino porque a lo largo de toda nuestra charla no había parado de alardear de su condición de “socialista liberal”.

Cualquiera que haya pensado algo en su vida supongo que estará de acuerdo conmigo en que: a pensar no se enseña, sino que se aprende. Y que la mejor forma de aprender a pensar es pensando. Pues bien, los niños y jóvenes están hoy muy acostumbrados a recibir información pero muy poco a recluirse en la soledad de sus reflexiones y dar vueltas y más vueltas a las ideas para sacar conclusiones de ellas.

Para estudiar matemáticas hay que tener una buena dosis de individualismo. Algo que no gusta a los maestros modernos que prefieren a los niños bulliciosos y participativos antes que a los soñadores que gustan de recrearse en sus propios pensamientos.

Si a esta persecución del individualismo añadimos que los llamados expertos en educación matemática, que desde hace ya más de 10 años cortan el bacalao en todo lo que tiene que ver con la enseñanza de esta disciplina en los colegios e institutos, creen que la competitividad debe desaparecer de las escuelas porque consideran que sólo conduce a la “reproducción del sistema capitalista”, no es de extrañar que cada día terminen los estudiantes su enseñanza secundaría sabiendo menos matemáticas.

Y es que, si de la enseñanza se suprime la reflexión individual y el espíritu competitivo, se podrá quizás alcanzar ese objetivo, tan moderno como cursi, de que los adolescentes desarrollen una actitud positiva hacia las matemáticas y aprendan a “admirar su belleza”, pero, desengañémonos, los contenidos más elementales de la aritmética, la geometría o el álgebra les estarán vedados para siempre.

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