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Carlos Semprún Maura

Los jardines del palacio

Fue el Presidente Mitterand quien inauguró la moda de la garden party (la excepción cultural francesa se expresa hasta en la lengua), en los jardines del Palacio del Eliseo, sin duda para demostrar que con él, el palacio presidencial se convertía, durante unas horas, en Casa del Pueblo, y de la entrevista por televisión del Presidente de turno. Todo ello el 14 de julio, día de la Fiesta Nacional, que dicho sea de paso, se festeja en los círculos franceses de Nueva York, con el nombre de Bastille Day. Menos mal que el ridículo no siempre mata.

Este año, como los anteriores, el presidente Chirac ha perpetuado la tradición mitterandista del guateque jardinero y de la entrevista. Noté, para mis enemigas feministas, que si en las anteriores ocasiones parecía gustarle ser entrevistado por periodistas mujeres y hombres, en ésta, sólo dos siniestros varones estuvieron presentes. Siniestros, porque serviles. Pues bien, Chirac estuvo mintiendo todo el tiempo, no como tantos jefes de estado en circunstancias semejantes, que afirman banalidades, hacen gala de su buena voluntad, y aseguran que todo va bien, gracias a su acción ejemplar, no, todo eso lo dijo, pero además mintió descaradamente.

Veamos algún ejemplo: Leyendo su partitura, los periodistas le hicieron algunas preguntas sobre los recientes conflictos, como el de la enseñanza, y el Presidente, tras haber afirmado enfáticamente que la enseñanza en Francia era la mejor del mundo, que sus profesores eran los mejores del mundo, que la escuela y la educación en general constituían los cimientos de la nación, reconoció que existían algunos problemas: la violencia en los liceos y Facultades, la desaparición de los valores de la laicidad, y por lo tanto de la tolerancia, y la cantidad creciente de alumnos que llegan al bachillerato semianalfabetos. Si se puede entender que la violencia supera la responsabilidad exclusiva de los profesores, el “iletrismo” y la cobardía ante la ofensiva islámica –porque de eso se trata cuando se habla de laicidad– ¿de quién depende, si no de esos magníficos profesores? Chirac lo sabe de sobra, pero miente.

En cuanto a las manifestaciones de los extraterrestres “intermitentes del espectáculo”, tras declarar que eran la crema y nata de la cultura, reconoció que había abusos. Bueno, sólo reconoció uno: las compañías de televisión, otras empresas, les empleaban sin pagarles, ya que sus subsidios de paro son confortables. Yo ya cité otros abusos. Recordó que los subsidios los paga la UNEDIC, o sea, la caja nacional de seguros de paro, financiada por las empresas y todos los asalariados. Otra mentira, sólo los trabajadores y las empresas privadas cotizan a la UNEDIC. Y como está en quiebra, debido a dichos abusos, y su función no es la de subvencionar “la cultura”, Chirac propone que el estado sustituya a la Seguridad social, para subvencionar las artes, las letras y la CGT. Está visto que la excepción cultural francesa es soviética.

Volvió a mentir sobre Irak, sin decir palabra, claro, de los lazos de Francia con la tiranía y sus intereses petroleros, mintió en cuanto a su política únicamente basada en la defensa de la Paz y el Derecho internacional, pero lo poco que dijo sobre el futuro de Europa es de escalofrío: la construcción de un Imperio dirigido por Francia, con Alemania como lugarteniente. Este país es cada vez más antipático. No porque sus dirigentes alternen las chorradas con las mentiras, que a eso ya estamos acostumbrados, lo nuevo, lo inquietante es que la inmensa mayoría de los franceses aplauden. Es agobiante. Voy a tener que pedir el asilo político al señor Acebes, o un puesto de profesor de gimnasia sueca a la señora Pilar del Castillo. Algo, vamos.

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