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Fernando Saiz

Una faja elástica para la eurozona

El presidente de Francia, Jacques Chirac, ha aprovechado la celebración del aniversario de la toma de la Bastilla para lanzar un asalto, con menos trascendencia histórica pero igualmente revolucionario, al Pacto de Estabilidad, que es una especie de faja presupuestaria autoimpuesta para vigilar los excesos de los países de la zona del euro. Preocupado por un déficit público que este año puede alcanzar en Francia el 4% del PIB, Chirac ha propuesto adoptar “fórmulas provisionales” para flexibilizar el pacto e impulsar el crecimiento económico “teniendo en cuenta las circunstancias individuales” de cada país.

La sugerencia del presidente francés vulnera algunos principios esenciales de la convivencia europea (al menos dos: el propio pacto, que no contempla mecanismos de aplicación provisional, y la más amplia regla de que una misma política debe aplicarse en todos los países integrados en la moneda única) y ha atraído las críticas de la Comisión Europea y de varios países, incluido España. Pero la iniciativa de Chirac no debe ser menospreciada. El viejo zorro francés sabe que de una u otra manera cuenta con el apoyo de Alemania e Italia, que también tienen serias dificultades presupuestarias, y su propuesta pretende forzar un debate en el seno de la eurozona para buscar vías de escape al Pacto de Estabilidad. A decir verdad, el pacto está resquebrajado desde el mismo momento en que nadie en su sano juicio piensa en la posibilidad de sancionar a sus ilustres infractores, pero Chirac intenta plantear una redefinición formal de su contenido que le dé holgura presupuestaria suficiente para llevar adelante su prometida rebaja de impuestos.

¿Alguien duda de que Francia y Alemania acabarán por salirse con la suya y de que las condiciones del Pacto de Estabilidad se suavizarán? No. Los países observantes de sus límites, como España, tendrán derecho a percibir el salario moral correspondiente a sus méritos presupuestarios, pero difícilmente lograrán imponer una interpretación rigurosa del acuerdo. En todo caso, durante la inevitable negociación de los términos de la flexibilización sí cabría exigir a los países reos del delito de transgresión presupuestaria que aceleren la puesta en marcha de las reformas estructurales. Chirac, en particular, necesita ser espoleado, porque sus planes para revisar el sistema de pensiones y la sanidad son bastante timoratos. También Schröder, embarcado en importantes recortes del Estado del Bienestar, necesita ánimos. Son esas reformas, y no el mayor o menor grado de elasticidad de la faja del Pacto de Estabilidad, las que sacarán a Europa del estancamiento económico.

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