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EDITORIAL

Lula contra Bové

El presidente de Brasil, Lula da Silva, ha insistido en su visita a España en una cuestión que ha pasado bastante desapercibida, a pesar de que también hizo referencia a ella el pasado fin de semana en Londres en la llamada “Cumbre de Gobiernos Progresistas”. Nos referimos a su defensa del libre intercambio comercial y a su crítica a la “incoherencia” de los europeos que lo predican y, sin embargo, erigen barreras contra los productos del llamado "tercer mundo".

Por nuestra parte, podríamos señalar muchas “incoherencias” de este izquierdista dirigente brasileño que ahora se erige en defensor del libre comercio pero que sigue apoyando a casi todos los oponentes a esa causa, algunos de ellos tan liberticidas como Hugo Chávez o Fidel Castro. También hay que destacar que, aunque en su encuentro con la CEOE ha animado a los empresarios españoles a “invertir” en las infraestructuras de su país, dos días antes Lula estaba defendiendo algo tan poco empresarial como el engendro de un organismo internacional que financie las obras de infraestructura de los países pobres. Si de verdad Lula quiere abrir su país a los empresarios extranjeros, en lo mejor que podría invertir Brasil es en la Justicia pues es la seguridad jurídica y el respeto a los derechos de propiedad lo que más anima a invertir a los empresarios. La seguridad jurídica es la mejor infraestructura.

No podemos, sin embargo, dejar de valorar la supuesta conversión al libre intercambio comercial del presidente brasileño, así como el hecho de que —al menos por ahora—está cumpliendo con los compromisos macroeconómicos fijados por el Fondo Monetario Internacional y que está llevando a cabo algunas reformas que nada hacían presagiar sus conocidos antecedentes izquierdistas.

Todas estas golondrinas evidentemente no hacen verano y aun habrá que esperar para ver si el Brasil de Lula Da Silva —como sucediera con la Sudáfrica de Mandela— se guía por unas pautas opuestas a las que hacía presagiar los antecedentes ideológicos de sus gobernantes.

Lo que ahora nos podemos limitar a señalar —y no es poco— es la absoluta contradicción en la que ha caído el movimiento antiglobalización que, junto al presidente brasileño, tenía a un vándalo agricultor francés, como Joseph Bové, como unos de sus más destacados referentes. Mientras Bové se ha arropado en la causa de los pobres para proteger las subvenciones y los aranceles proteccionistas que favorecen a los ricos agricultores franceses, ahora sale Lula y, abanderando también a los pobres, denuncia el proteccionismo en general, y el de los productos agrícolas europeos en particular. Ciertamente, la contradicción y la incoherencia de estas estrellas de la antiglobalización no es poca.


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