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Gemma Mengual se ha convertido en la indiscutible heroína española de los Mundiales de natación que se están celebrando en Barcelona. Tanto ella como Paola Tirados, Irina Rodríguez o Gisela Morón son herederas, quizás sin ellas saberlo (aunque me resisto a la idea) de aquella "Escuela de Sirenas" que, bajo la dirección del genio del musical, George Sidney, inaugurara la bellísima Esther Williams allá por el año 1940. Entonces la "hija de Neptuno", campeona estadounidense de natación, ejecutaba en San Francisco -con notable éxito de público, todo hay que decirlo- un ballet acuático que Sidney, creador entre otras de "Magnolia" o la mítica "Levando Anclas", trasladó inmediatamente a la gran pantalla.

Esther Williams popularizó un deporte (y no sólo eso sino también los ceñidísimos y taquicardícos bañadores que causarían estragos entre el género masculino) surgido a principios del siglo XX, cuando la acróbata Annette Kellerman actuaba de cara al público en una céntrica piscina de cristal de la ciudad de Nueva York.

"Escuela de Sirenas" se convirtió rápidamente en un éxito mundial gracias al cuerpazo repleto de curvas de la señora Williams y el olfato creador de Sidney. El genial director americano adornó aquel espectáculo con focos, surtidores y llamas por doquier, y lo orquestó con "Alma Llanera", "Mariquita Linda" o el "Bim, Bam, Boom". Era imposible que aquello no funcionara y Esther Williams repetiría más tarde con "Juego de Pasiones" o "La Hija de Neptuno", siempre con una temática muy similar.

Desgraciadamente hoy el cine va por otros derroteros y no veo yo a las chicas de la selección española llenando salas con sus movimientos, acrobacias perfectas y matemáticamente sincronizadas (claro) que deben resumir cuatro años de trabajo en tres míseros minutos. Estoy convencido de que la lozana Esther Williams de los años 40 sería incapaz de seguir ahora a nuestras Ione Serrano, Tina Fuentes o Alicia Sanz, estajanovistas danzarinas acuáticas del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat que, al final de tantos saltos, abdominales, pesas, ballet y coreografía, y tantos madrugones incomprendidos, deben conformarse con becas que oscilan los raquíticos 18.000 euros al año. Ellas esperarán algo a cambio de su éxito en el Mundial, porque, aunque pueda parecer mentira, las sirenas también sufren de agujetas. Y ya que la natación sincronizada ha conseguido eclipsar al mismísimo David Meca, ¿qué menos que reflotar unas becas sumergidas?

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