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Lucrecio

Irak sin Baaz

En Irak existía una dictadura implacable. Una de las más inhumanas del planeta. En Irak, poblaciones enteras –sin distinción de ancianos, mujeres o niños– fueron exterminados, previa tortura en muchos casos, y tragados por fosas comunes que sólo ahora revelan la verdadera dimensión del genocidio que no quisimos ver. En Irak, a lo largo de los terribles años de la dictadura del nazi Baaz, no hubo derecho ni libertad que no fueran violados. Hablar de condición ciudadana entonces hubiera sido bastante peor que un sarcasmo.

Se acabó. Y no logro imaginar que haya una mente sana que no se alegre del actual desenlace. Hubo muertos en la guerra, claro. No se ha inventado aún una guerra sin muertos. Todos ellos sumados, no pesan el horror de una sola semana de atrocidades sadamistas. Que sea precisamente la zona más devastada por los sunnitas del Baaz, el Kurdistán, la que más rápidamente haya estabilizado su situación política es síntoma de hasta qué punto la eliminación de Sadam y sus secuaces era la condición previa e indispensable para la hipótesis de un Irak sencillamente vivible.

Se acabó. Y la indecencia con que parte de la prensa española sigue empeñada en exhibir como desastre lo que no puede ser constatado sino como una campaña militar excelentemente planificada y muy baja en costes humanos, va haciéndose cada día más obscena. Hasta culminar ese flagrante oxímoro de gimotear por el riesgo a que pueda la vida de nuestros militares verse expuesta en territorio iraquí. Los militares, en España, son profesionales sólo. Y un militar no tiene otro oficio que el de arriesgar su vida. Todo lo demás es pésima retórica, cuando no pura y simple tomadura de pelo. No pienso que exista militar digno de ese nombre que no se sienta insultado por tal tipo de “piedad” acerca de su destino.

Han muerto soldados americanos y británicos. Y seguirán muriendo. La muerte, para un soldado, es la prevista contrapartida de su nómina. Pero la realidad se impone: las zonas bajo control sadamista son hoy nimias, la operatividad de los desesperados del Baaz apenas llega a anécdota terrorista menor. Y el cerco se va estrechando. Pocos dirigentes importantes del partido de Sadam quedan aún libres. Y si, como parece deducirse de las informaciones últimas, los dos hijos del dictador (y notorios torturadores) Usay y Qusay hubieran también caído, el curso de las últimas escaramuzas estaría entrando en su fase resolutoria. Pese a que los delirantes de por aquí se empeñen en seguir invocando un fantástico Vietnam sin selva que no existe, tal vez, más que en sus deseos.


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