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La red de chantaje popularmente conocida como nacionalismo vasco, que tiene las propiedades de la hidra, acaba de asomar dos de sus cabezas. Observemos las plurales facciones del monstruo: nos resultan tristemente familiares, pero esta vez han emergido de su lago de Lerna, que más bien es un albañal, a plena luz del día, descubriendo algunos matices interesantes.

Una cabeza aparece en forma de “borrador” estatutario, y el nombre le viene que ni pintado a este intento de borrar la Historia. Pero como proyecto legislativo es un aborto amenazante: se aprobaría sin pasar por las Cortes, establecería su propio poder judicial y consagraría la primacía de sus leyes sobre las españolas, así como la representación internacional del País Vasco.

Aznar ha respondido con dos obviedades que nunca están de más: el proyecto es incompatible con la Constitución Española y con la futura constitución europea; su probabilidad de prosperar es igual a cero. Pero claro, eso ni sorprende ni disuade al presidente del gobierno vasco, consciente de que lo que tiene entre manos no es ningún proyecto viable sino un arma para apuntar a nuestras instituciones. Por eso advierte “que nadie se ponga nervioso”, que es lo que dicen los atracadores profesionales cuando entran en un banco embutidos en una media.

Por su parte, el PSOE se limita de momento a señalar por boca de la elocuente Chacón que “la prioridad es acabar con la violencia”, aserto aun más obvio que el de Aznar y que sin embargo nos deja sumidos en una terrible duda: si se acabara con la violencia, ¿sería materia de discusión política el borrador para borrar España? La mitología no parece el fuerte de esta gente (¡Héctor, nombre bíblico!), así que probablemente ignoren que cuando a la hidra se le corta sólo una cabeza, ésta renace. Con la violencia se ha de acabar, pero sin olvidar que después el País Vasco seguirá siendo parte de una nación que, mira por dónde, se llama España y disfruta de un estado de derecho. De no ser así, la victoria sería un espejismo y en realidad el terror habría ganado la partida.

La otra cabeza ha emergido encapuchada en la costa levantina. Las bombas de Alicante y Benidorm en pleno mes de julio suscitan también un montón de obviedades relacionadas con el ataque a los intereses turísticos. A mí me sugiere algo más: la profunda envidia que ha de sentir la hidra contra una comunidad que es el reverso exacto de la suya. Valencia es el emblema de la España moderna, representa la prosperidad, la iniciativa, la inteligencia para aprovechar las oportunidades, la fe en el futuro. Esa luz ha de resultar odiosa no sólo para los linajes carcelarios.

De vez en cuando aparecen cabecitas que nos desconciertan porque se adornan con inesperadas máscaras. A la hidra le gusta mucho usar la careta de Maragall, que nunca se da cuenta de nada porque lleva saltando desde el ochenta y seis, cuando Samaranch dijo lo de “la ville de... Barcelone!”. El pobre no lo ha superado. Otras testas siguen sumergidas, esperando el momento más dañino para enseñarse y para ensañarse. Sea quien sea el sucesor de Aznar, que no se olvide de Hércules.


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