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Alejandro A. Tagliavini

Lula: nada nuevo bajo el sol y la samba

Una de las más viejas tentaciones de los políticos es esa actitud mesiánica de creer que ellos, por su propia “estrella”, desafiarán a las ciencias sociales, a la economía y establecerán regímenes que corregirán milagrosamente los defectos. Así, el izquierdista Lula creyó que su solución era “recaudar como capitalista para distribuir como socialista”, bastante pragmático, teniendo en cuenta la historia latinoamericana, pero claramente incoherente. Así, su “capitalismo” está enfureciendo a sus correligionarios y su socialismo está destruyendo la economía.

Brasil logró estabilidad en los primeros meses del gobierno de Luiz Inácio "Lula" da Silva. El índice de riesgo-país bajó, de los 2.000 puntos básicos en septiembre de 2002 a menos de 800. El real se recuperó 20% frente al dólar desde diciembre. Las exportaciones están en sus máximos históricos. Los capitales llegan de nuevo al país, pero atraídos por los artificialmente altos rendimientos financieros que ofrecen los tipos de interés de 26%, fijados por el Banco Central.

Pero la recesión parece cercana. El Instituto de Investigación Económica Aplicada, vinculado con el Ministerio de Planificación, estimó que el PIB en el segundo trimestre fue -0,9% respecto del anterior. El primer trimestre cerró en -0,1% respecto del final de 2002. Aun así, su previsión de crecimiento en 2003 llegaría a 1,6%. Los salarios no aumentan. La industria se contrajo 4,2% en abril y el desempleo ascendió a 12,8% en mayo, el mayor en 14 meses. En los cinco primeros meses de gobierno, los desempleados aumentaron en 580.000.

Las exageradas tasas de interés erosionan el poder de compra y la demanda de bienes, mientras aumentan la carga del endeudamiento, ya que el servicio de la deuda aumenta con los tipos de interés de préstamos vinculados a la tasa referencial. El movimiento apreciador del real comenzó a perder fuerza debido a las expectativas de que el Banco de Brasil lleve adelante una política monetaria más expansiva. La tasa anual de inflación supera el 17%, el doble del objetivo anunciado para este año. En julio se espera aumento de precios regulados.

Lula tiene una creciente oposición entre sus correligionarios del Partido de los Trabajadores (PT). Sólo la banca (liderada por el FMI) apoya su política económica, que es criticada por sindicatos, industriales y economistas. Lula recibió un abucheo considerable en la Central Única de Trabajadores (CUT) fundada por él 20 años atrás. Dos días después, su vicepresidente, el poderoso empresario textil José Alencar, criticó en duros términos la política de intereses y el superávit fiscal primario de 4,25% del PIB que garantiza los pagos de la deuda pública, básicamente con el FMI. Mientras tanto, la industria soporta un ahogo financiero creciente y la Federación de Industriales del Estado de Sao Paulo se rebela contra la política monetaria destinada a dar tranquilidad al FMI.

En los sindicatos y la CUT, además, se oponen a la reforma de las pensiones públicas. Esa norma, que podría estar aprobada antes de fin de año, entre otras cosas reduce los exagerados ingresos de los futuros jubilados públicos entre 30% y 50%. La política de ajuste del gobierno podría complicarse aún más. Nada menos que el presidente de la Corte Suprema de Justicia arremetió contra la reforma de las pensiones e instó a "preservar las conquistas".

Una inédita marcha callejera convocada por las principales organizaciones empresariales llegó hasta la sede presidencial para protestar contra el proyecto de reforma fiscal, una de las principales iniciativas del gobierno de Lula. Según los empresarios, están pagando la mayor cantidad de impuestos de la historia e hicieron entrega de un documento en el que se afirma que el proyecto oficial abre el camino para que la carga de impuestos pase del 36% al 40% del PIB. El peso de los tributos en Brasil estaría por encima de los de Estados Unidos (30%), México (15%) o Chile (12%). El gobierno propuso un acuerdo en el cual se compromete a introducir correcciones en la ley que impidan que la carga tributaria se incremente.

En fin, es de esperar que estas experiencias sirvan de aprendizaje y, en el futuro, los políticos entiendan que no hay mesianismo que pueda superar a la realidad.

Alejandro A. Tagliavini es miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas).

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