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Carlos Semprún Maura

La hoz y el martillo

Hace 30 años, a finales de la presidencia de Pompidou, el Gobierno francés quiso instalar una base de misiles nucleares en el sur de Francia, en la meseta del Larzac (Aveyron), y para ello ordenó la expropiación de los campesinos propietarios de la zona. Se armó cierto revuelo, los campesinos no querían ser expropiados o no querían misiles que pudieran estar dirigidos contra la URSS. Los pacifistas “espinacas” o no, no querían bases militares nucleares, etc.

Pese a todo, se construyó la base, pero con sus anhelos de “cambiar la vida”, Mitterand la desmanteló en 1981. Cabe preguntarse si José Bové se habrá quedado con un par de misiles, para uso interno; pero el caso es que él y sus amigos han elegido este aniversario para organizar una gran manifestación antimundialista y antiliberal –en suma, reaccionaria– más o menos en la misma zona. Fue un éxito, pero ¿para quién? Porque hubo de todo, se expresaron las más contradictorias opiniones, sin siquiera la referencia –a mi modo de ver profundamente errónea, pero con apariencia lógica– antimilitarista y antinuclear de hace 30 años. Porque nadie me convencerá de que la guerra a muerte contra la OMC, proclamada por Bové, movilizó a tanta gente. Eso sólo le interesa a Chirac, y muchísimo menos a Raffarin.

Si se lee la prensa de este lunes 11, Bové se habría convertido en el líder carismático que la izquierda carca anhelaba. Notemos, de paso, que si el tenderete del PS fue destruido por los manifestantes porque “no son realmente de izquierdas”, la secretaria general delPCF, Marie-Georges Buffet, bailó un tango apasionado con Bové, recibiendo el aplauso de la muchedumbre de funcionarios de la Educación Nacional, de intermitentes del espectáculo revolucionario, de forofos de Manu Chao, que no podía faltar –ya es hora de que Paco Ibáñez se jubile–, y otros mequetrefes. ¿Eran muchos? Sí, claro, hay mucho mequetrefe.

Recordaré algunos rasgos de Bové, este nuevo líder. Como “sindicalista” campesino defiende una agricultura cara, para ricos, ultraprotegida y subvencionada –lo mismo que Chirac–, y en su papel de líder autoproclamado de los antimundialistas, pretende defender a los campesinos de los países pobres, cuando es su peor enemigo. ¿No cunden por doquier las protestas de esos países contra el proteccionismo agroalimentario de la UE? El único punto de coincidencia entre ambas posturas antagónicas es que son antiyanquis. Como Chirac. Acaban de condenarle a diez meses de cárcel por evidentes delitos, pero el Presidente, de entrada, le quita cuatro, luego se las arregla para que le liberen.

Lo primero que hace Bové recién liberado, y no por casualidad, es ir a esa manifestación antiliberal del Larzac, y anunciar que el próximo mes de septiembre no será caliente, sino ardiente. Puede entenderse que no van a limitarse a destruir otros McDonalds, o a arrasar cultivos experimentales de productos transgénicos, sino que van a incendiar sinagogas, sedes de la patronal MEDEF, oficinas de las empresas multinacionales (¿como Vivendi y Renault?), etc. Aunque haya que tener en cuenta la demagogia mitinera, alguna barbaridad tendrá que hacer si quiere mantener su estatuto de líder –creado por la televisión–, sus rentas, y su velero. Aunque tampoco es totalmente imposible que la Justicia, pese a las simpatías que le profesan Chirac, la izquierda y la extrema izquierda, se canse de su impunidad. Algo de Estado de derecho queda en Francia.

Un publicitario anónimo le encontró su famoso eslogan: “La Tierra no es una mercancía”. Lo cual es, evidentemente, cierto, pero Bové sí que lo es, una mercancía averiada o, más bien, una moneda falsa. Ni campesino –¡jamás lo fue!– ni revolucionario, sólo provocador profesional, sirviendo a la vez al poder y a la oposición, basándose en lo peor que tienen en común: un soberanismo de pacotilla y un antiyanquismo rancio.


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