Menú

Hablar de canícula en París casi resulta insultante para los madrileños o los sevillanos, que sufren el calor desde hace mucho más tiempo, y tampoco tiene un interés excesivo; pero resulta que la temperatura y las vacaciones han conducido la vida política y cultural del país a una siesta prolongada. Como, además, los intermitentes del espectáculo se han encargado de anular los Festivales, tradicionales manifestaciones turístico-culturales de la temporada, estamos en periodo de calma chicha. Y no será la broma pesada de Paris Plage lo que nos procurará algo de oxígeno.

Dos cosas, sin embargo, me han llamado la atención, sin sorprenderme. La primera es que una vez más, pero más que nunca, muchos franceses, habiendo interiorizado la noción de Estado-Dios, Estado-Padre, Estado Todopoderoso, culpan a sus representantes de todo lo que ocurre. El Gobierno hubiera debido prever este calor (planificarlo, sin duda), el Gobierno es culpable de los incendios, de la temperatura, de la deshidratación, de los colapsos, de la sequía, de todo, vaya. Con Jospin no hubiera ocurrido lo mismo. Declaran adorar a la Madre Naturaleza, pero resulta que la consideran funcionaria del Estado. En este delirio, no todo es falso; por ejemplo, los atascos en los hospitales se deben a la pésima situación del servicio sanitario estatal, “el mejor del mundo”, siguen afirmando.

Yo, en cambio, he notado que los campesinos han tenido que pedir permiso a la Comisión de Bruselas para hacer pastar sus rebaños en las tierras sin cultivar, por orden de esa misma Comisión. Es su tierra, es su ganado, pero ya no son propietarios de verdad. Según normas “soviéticas”, tienen que pedir permiso para beber un vaso de agua. La otra cara de las subvenciones. Lo mismo ha ocurrido más recientemente con los viticultores. Esta sequía y calor, verdadera ganga para ellos, ha adelantado las fechas habituales de la vendimia. Pues han tenido que pedir autorización gubernamental y europea para realizarla. ¡Y a eso lo llaman ultraliberalismo!

Y no hablemos de otro delirio que también he notado y que se ha expresado abundantemente en los medios estos días; según el cual, este vapor calenturiento confirma el catastrófico calentamiento del planeta, que se debe a la política industrial e imperialista de los USA, que no han firmado los acuerdos de Kioto. Los polos se van a derretir, los océanos van a invadir los continentes, las ciudades se convertirán en hornos microondas y sólo José Bové sobrevivirá en su Arca, con sus cabras. Los científicos serios afirman que el análisis de la evolución del clima no se puede hacer de un verano para otro, sino que median siglos. Pues se nos dice aquí que el calor actual es extraordinario, que no se ha conocido nada semejante desde 1947, para unos, 1975, (y 1976, recuerdo yo) para otros, y en ciertas regiones, 1983. O sea, unos pocos segundos en el tiempo planetario. El martes, hablando por teléfono con uno de mis hijos, me dijo que llovía y que, para un mes de agosto, hacía frío. Claro que era en Nueva York, que, como todos sabemos, está situado en el planeta Marte.


En Internacional

    0
    comentarios