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Rubén Loza Aguerrebere

Centro Cultural, amnistías y demandas

Se ha inaugurado esta semana en Montevideo el más importante Centro Cultural de España en América, arropado por las principales autoridades gubernamentales y del mundo cultural uruguayo. Aquellas palabras definitorias las expresó, en el momento de su apertura, el Secretario de Estado español para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica. El Centro Cultural de España está ubicado en la “Ciudad Vieja”, el casco antiguo de Montevideo, que está siendo recuperado y donde funcionan las principales instituciones bancarias de Uruguay. El hermoso edificio, de espléndido diseño, cedido por el gobierno, ha sido reciclado por el Ministerio de Obras Públicas de Uruguay. Para la inauguración se ha escogido una muestra de la artista Carmen Laffón.

Para dar una idea de la importancia que Uuguay ha concedido a este Centro Cultural, baste mencionar que en el mencionado acto estaban presente el Presidente de la República, los Ministros de Educación y Cultura, de Relaciones Exteriores, de Obras Públicas, de Vivienda y de Defensa Nacional, legisladores, el Alcalde de Montevideo y hasta el presidente del BID, el uruguayo Enrique Iglesias. Tampoco faltó a la cita ex presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti (en cuyo segundo mandato, precisamente, se iniciaron las obras). Y numerosas personalidades de la cultura se dieron cita también; entre ellos, el destacado escritor español Fernando Díaz-Plaja, quien está radicado en nuestro país, en el balneario Punta del Este.

El Ministro de Cultura, Leonardo Guzmán, destacó el valor de encuentro con España que representa este Centro. Y, al inaugurarlo, el presidente de Uruguay, Jorge Batlle, agradeció el “generoso y rico aporte” del gobierno español, enfatizando el hecho de que España “en estos momentos marca rumbos en el mundo”.

El presidente argentino Néstor Kirchner ha apretado el acelerador: firmó la Convención Internacional sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes y Lesa Humanidad, al que su país había adherido en los años ochenta, y que, avalado por ley en 1995, carecía de ratificación gubernamental. Y la Cámara de diputados ha dado el paso siguiente: anular las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Se descuenta que en el Senado el trámite será más rápido aún porque allí el presidente cuenta con mayor poder. Al haberse dado aquel primer paso, las Abuelas de Plaza de Mayo lo festejaron, abriendo botellas de champagne y brindando en vasitos descartables, o bien rociándose con la bebida entre ellos, junto a grupos vinculados a los sectores de la izquierda, a quienes el presidente viene dando hasta ahora las mayores satisfacciones.

Otro frente abierto por el enigmático “señor K”, como (¿kafkianamente?) llaman algunos al presidente Kircher, es el de los empresarios extranjeros. Se ha sostenido que las posiciones gubernamentales que sostiene se parecen a las de los años sesenta, cuando se aspiraba a “vivir con lo nuestro”. Esta posición, ajena al diálogo, que tiene el presidente, ha dado lugar, ya, a las demandas de varias empresas ante al Centro Internacional de Arreglos de Diferencias Relativas a Inversiones, tribunal dependiente del Banco Mundial. En cuanto a la misión del Fondo Monetario en Argentina, no abre la boca.


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