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Carlos Semprún Maura

Luz de Agosto

Un amigo me llama por teléfono para contarme divertidos episodios de sus vacaciones, y siendo un hombre culto e inteligente, puesto que lee Libertad Digital, de paso me pregunta: “Por cierto, recuérdame, ¿quién es ese Armand Gatti del que hablas, ese que se solidariza con el asesino de Marie Trintignat? Me suena su nombre, pero no logro situarle”. No me extraña, porque si Gatti tuvo su relativa hora de gloria, está bastante olvidado. Autor dramático, fue “potenciado” (¡horrenda palabreja!) por Jean Vilar, cuando éste era director del TNP (Teatro Nacional Popular, lo que suena a “democracia popular”), quien montó varias de sus obras. Paralelamente, fue un autor en boga en las Editions du Seuil, donde publicó su teatro; pero también, por ejemplo, en una colección de geografía política, un libro sobre Siberia, en el que realizó la proeza de ni siquiera mentar el Gulag. Vilar muerto y el “Seuil”, sin duda, cansado de no venderle (el teatro se vende mal), Gatti se refugió –como los pintores sin talento se refugian en las “instalaciones”– en montajes de espectáculos subvencionados, con jóvenes delincuentes o minusválidos, algo así como lo que hacen “Los comediants”, pero sin un ápice del talento de éstos. Yo le conocí, era bastante estrafalario y simpático, pero no asistí a su ruina.

Diego, quien ejerce en Holanda la medieval profesión de maître-verrier, me cuenta su visita, no demasiado alarmante, a un otorrinolaringólogo. Distraído, le digo que tuvo suerte de visitar a un tal especialista en agosto. “Pero papá, responde, eso que todo se pare en agosto sólo ocurre en Francia”. Efectivamente, si esta relativa, y en todo caso breve canícula, ha creado tantos problemas, 5.000 muertos en París y arrabales –bueno, eso se dice–, atascos increíbles en los hospitales, etc., esto se debe desde luego a la decadencia tremenda de los hospitales franceses, pero también a la más antigua costumbre gala de que en agosto todo se para. Los hospitales, las administraciones, toda la burocracia estatal y buena parte de la privada, está en bikini en las playas. Y puesto que las cosas han tomado un violento cariz político, es lamentable ver cómo el gobierno Raffarin se defiende tan mal ante los demagógicos ataques de la oposición. Porque el “agosto-cero” comienza con el Frente Popular de 1936, y los “congés payés, y la decadencia hospitalaria, que viene de lejos, ha sido agravada por Martine Aubry –superministra de Jospin–, quien realizó drásticas economías en el sector sanitario –hasta cerró hospitales– para subvencionar sus caprichos burocráticos. Las “35 horas”, entre otros. Pues nadie habla de eso.

La prensa, también escuálida esta temporada, que sólo comentaba la impericia gubernamental, en materia de temperatura veraniega se ha despertado unos instantes para relatar el tremendo atentado contra las oficinas de la ONU en Bagdad. Conclusión: la culpa la tienen los yanquis, si le hubieran dejado tranquilo a Sadam, otro gallo... Como con el nuevo y asimismo tremendo atentado de Jerusalén, ¿quién iba a ser el culpable sino Sharon? Está visto que el terrorismo no se toma vacaciones, ni tampoco la guerra.


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