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Juan Manuel Rodríguez

Y estaba el incomparable Sampras

Estaba Bjorn Borg, con aquel tenis seco y duro pero tan quirúrgico y milimétrico que producía esguinces cervicales sólo con verlo. Estaba John Mc Enroe, poseedor de una muñeca prodigiosa, quizás el jugador más imaginativo que uno haya visto jamás sobre una pista de tenis. Estaba Boris Becker, inventor del vuelo sin motor, y estaba Guillermo Vilas, cuyo revés de espaldas a la red nos dejaba atónitos a los espectadores. Estaban Ivan Lendl, Yannick Noah, Mats Wilander o Stefan Edberg, y ahora están Andre Agassi –de quien conservo una pelota firmada, gracias al cariño de mi amigo Roberto Morales, ("to Juanma") tras su paseo militar por el Masters Series de Madrid- Juan Carlos Ferrero o Roger Federer, tenista éste último llamado a convertirse en uno de los más grandes de la historia. Y estaba, así, en triste y meláncolico tiempo pasado, porque ya ha decidido que no va a seguir estando en actual y vivísimo tiempo presente salvo en los vídeos con sus mejores jugadas y en la historia con mayúsculas del deporte mundial, el incomparable Peter Sampras.

Habría que empezar explicando que este americano no jugaba al tenis sino que bailaba, émulo de Rudolf Nureyev, con la raqueta asida a la mano. Giraba sobre sí mismo y golpeaba. Sacaba de puntillas y, silencioso, subía a la red. El tenis de Pete era sencillamente perfecto y no recuerdo nada igual. En la triste época de fosforitos chillones y trajes de buzo, (en la época del bufón de la corte tenística, el insolente y ruidoso Guga Kuerten) alguien tuvo la osadía de decir que Sampras no "vendía", como si el mejor tenista de toda la historia tuviera que ir, además de serlo, puerta por puerta ofreciendo sus plásticos de alimentos para la nevera. Aquello tuvo cierto éxito, como también el hecho de que Sampras fuera considerado como un tenista "incompleto" por no haber ganado Roland Garros. Pido perdón por anticipado a los parisinos, pero el torneo que decide si uno es o no un tenista único e irrepetible es el inglés de Wimbledon, y ese lo conquistó en siete ocasiones el señor Sampras.

El incomparable Peter Sampras ha tenido ahora el mejor homenaje posible en su torneo –el US Open– y ante Mc Enroe y Becker. El primero de ellos, genio y figura, le dijo a su compatriota que siempre quiso tener su saque y su derecha, y que también habría deseado poseer su carácter. Catorce Gran Slam y sesenta y cuatro títulos después de que en el transcurso de un partido entre dos desconocidos Gianni Clerici, un clásico del periodismo de tenis, le dijera a su amigo Bud Collins, el locutor de tenis más famoso de la televisión estadounidense, "a mí el que me gusta es el otro", cuando Bud le comentó que Michael Chang llegaría a ser un fenómeno, se retira el tenista más perfecto de toda la historia. Pero Sampras estaba y seguirá estando siempre en los corazones de los buenos aficionados a este deporte.


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