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Ronald Bailey

Falsas ilusiones en Cancún

Al comienzo de la quinta reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en este paraíso caribeño, en lugar de disfrutar de las playas atravesé las trincheras de la policía para ir a escuchar los sermones antiglobalización del Foro Internacional Sobre la Globalización (FIG). Me interesaba especialmente saber lo que ellos dicen de los subsidios agrícolas.

Lo más importante que esta reunión de Cancún puede lograr es avanzar decididamente hacia el libre comercio de los productos agrícolas. Quitarle las ataduras al comercio agrícola mundial es vital para la gente pobre de todo el mundo que todavía trabaja mayoritariamente en el campo. Permitir que esos trabajadores agrícolas formen parte del sistema comercial internacional sería un gran paso en su desarrollo económico. Casi todas las más de 2 mil millones de personas que hoy viven con ingresos diarios de menos de 2 dólares pertenecen a comunidades agrícolas.

Pero su acceso a los mercados está siendo bloqueado por las políticas proteccionistas de las naciones más ricas: la Unión Europea, Estados Unidos y Japón. Estos países subsidian a sus agricultores con más de 300 mil millones de dólares al año. Eso significa que cada vaca europea recibe un subsidio diario de 2,50 dólares. Por ello, los campesinos de los países pobres son golpeados doblemente: los subsidios agrícolas de los países industrializados mantienen los precios agrícolas artificialmente bajos, lo cual les impide competir y, luego, esos mismos países ricos se deshacen de sus excedentes agrícolas en los mercados de los campesinos pobres. El diario New York Times correctamente lo llama “inmoral”.

La falta de libertad de comercio y los subsidios agrícolas están literalmente matando gente. Según el Centro por una Nueva Europa (CNE), 6.600 personas mueren cada día por las reglas comerciales impuestas por la Unión Europea. Eso equivale a que se estrelle un Boeing 747 lleno de gente cada hora, 24 horas al día, todos los días del año. Pero Europa no es la única culpable: la administración Bush, por razones electorales, aumentó los subsidios agrícolas en 175 mil millones de dólares por los próximos diez años.

El proteccionismo y los subsidios de los países industrializados les cuestan a los países pobres unos 24 mil millones de dólares al año en ingresos perdidos. La peor situación la sufre el África Subsahariana, donde el ingreso promedio por persona es de apenas 450 dólares al año. Según el demógrafo inglés Angus Maddison, eso equivale al ingreso de los ciudadanos del Imperio Romano. Es decir, esos pobres africanos no han avanzado nada en 2000 años.

Ante tan horrible situación, uno pensaría que los activistas del FIG se unirían a quienes claman por el libre comercio en Cancún. Lamentablemente no es así, sino que insisten en lo que llaman “agricultura sostenible” o “agricultura orgánica”, cuya productividad equivale a la alcanzada a mediados del siglo XIX, antes de la introducción de fertilizantes químicos y de la más moderna biotecnología. Menos productividad en el campo significa más hambre para los pobres del mundo.

Con las técnicas agrícolas de 1848, el 90% de los estadounidenses vivían y trabajaban en el campo. Hoy apenas el 1% trabajan en la agricultura y la eliminación de barreras al avance económico que EEUU logró debe ser aplicada al mundo en desarrollo, desmantelando todos los obstáculos artificiales que imponen los gobiernos.

Ronald Bailey es corresponsal de © AIPE en Cancún.

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