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Amando de Miguel

El lenguaje en torno a la muerte

No cabe duda de que la muerte impone; cada vez más. Por un lado, los telediarios nos suelen servir con esmero una ración de cadáveres a las horas de comer. Es un material inagotable. Hay que dulcificarlo con palabras. Por ejemplo, la palabra “cadáver” queda proscrita. En su lugar hay que referirse a “cuerpo”. El eufemismo quizá venga del inglés, solemne, en donde suena a latín (corpse). El funeral o misa córpore insepulto o el simple velatorio es ahora “la capilla ardiente”. También se evita tener que decir “morir”. Parece más fino referirse a que las personas “fallecen”, aunque sea de forma violenta. Los “muertos” en un accidente o atentado no son tales sino “víctimas”. A sus familiares antes se les daba el pésame, palabra bien bonita. Ahora, asimismo por influencia del inglés, ya no se da el pésame sino que “se expresan sus condolencias”, así en plural. No sé de dónde viene el plural, pues tanto en inglés como en español, “condolencia” es singular. Quizá el plural haga aún más eufónico el hecho de dar el pésame.

En definitiva, el lenguaje sirve para rodear a la muerte violenta de una liturgia que facilita el trámite. La cosa es viejísima. Desde hace cien mil años por lo menos a los muertos se les ha enterrado con flores, aunque no en todas las culturas. No cabe mayor eufemismo, pues las flores son el símbolo de la vida.

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