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Juan-Mariano de Goyeneche

El inexistente W. Richard Stevens

El pasado 1 de septiembre se cumplieron cuatro años de la muerte de William Richard Stevens, o W. Richard Stevens, como le gustaba a él firmar. Pese a su prematura muerte –48 años–, Stevens tuvo tiempo de convertirse en una referencia absoluta en los protocolos sobre los que funciona la Internet con sus "TCP/IP Illustrated" (volúmenes 1, 2 y 3), así como en la programación en entornos UNIX ("Advanced Programming in the UNIX Environment") y en la combinación de ambas disciplinas ("UNIX Network Programming", volúmenes 1 y 2).

Hasta tal punto sus libros fueron únicos y completos en el tratamiento de esos temas que aún hoy, diez años después de la publicación de alguno de ellos, cuando alguien realiza una pregunta o comenta algún problema en foros especializados de Internet, sigue siendo habitual que a modo de respuesta se le remita simplemente al título y página del libro de Stevens, donde se halla lo que busca en enciclopédica medida.

Además de participar activamente en lo que llamaríamos I+D, especialmente dentro de los grupos de desarrollo de los nuevos protocolos de Internet que en un futuro sustituirán a los actuales (1, 2, 3, 4), este loco por el chocolate y por los aviones –llegó a ser competente piloto e instructor de vuelo– resultó revolucionario en la explicación del funcionamiento de la Red: alejándose de la figura del narrador omnisciente, no solamente describía el funcionamiento de los protocolos sino que ideaba escenarios (que tú mismo podías repetir con tus equipos) donde demostraba y verificaba ese funcionamiento, con lo que, además de aprender la teoría, aprendías también la más importante lección de saber montar planes de prueba al encontrarte con problemas en tu quehacer diario en la red y a discurrir para interpretar los resultados de dichas pruebas.

Perfeccionista hasta la médula, no solamente escribía el texto y el código de sus libros sino que también hacía los dibujos y la maquetación de cada página (por cierto, para sorpresa de los amantes del WYSIWYG, lo hacía todo en troff), entregando a la editorial un fichero listo para enviar directamente a la imprenta. Hojeando cualquiera de sus libros, la calidad del resultado final salta a la vista.

Pues bien, por una vez –y esto nos da una idea de la importancia de la obra de este escritor– los lectores hispanohablantes que no dominen el inglés no solamente podrán acercarse a ella en francés, italiano o alemán, sino que la ingente y saludable generación de españoles expertos en checo, polaco, coreano, japonés y chino mandarín están también de enhorabuena porque también ellos podrán acceder a esos tesoros de conocimiento que encierran los textos de Stevens.

Aunque no es noticia por habitual que en España no se ocupen de uno hasta que se muere, en el caso de nuestro autor aplicaría más el "muérete y verás" de Bretón de los Herreros. Hasta la fecha, en nuestro país, Stevens más que olvidado es inexistente. Nadie parece interesado en traducir sus obras, con lo que los –pocos, una minoría, ¿verdad?– que solamente dominan el castellano, tendrán una posibilidad menos de acercarse con calidad y garantías a un conocimiento cualificado de las tecnologías de la información y las comunicaciones.

Dos buenos amigos míos, profesores de Universidad ambos, se dirigen cada año a sus alumnos en estos términos el primer día de clase: "La asignatura más importante de esta carrera es el inglés. Si en algún momento se os presenta el dilema de estudiar mi asignatura o estudiar inglés, no lo dudéis un instante: dedicaos al inglés". Y no exageran: por alguna incomprensible razón, en España los libros realmente buenos no se traducen.


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