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Permitan que me desfogue. Mi amigo Parrado dice que los periodistas tendríamos que cobrarles a futbolistas, entrenadores, representantes y directivos una tarifa-plana por dejarles promocionarse en nuestros respectivos medios de comunicación. ¿Cuánto cuesta que estemos todos los días dedicando portadas, horas de televisión y de radio a cantar las excelencias de Michel Salgado? ¿Cuánto vale que Ginés Carvajal esté hablando continuamente de sus jugadores? ¿Qué ganan los medios con eso? El principal interesado en el "auto-bombo" tendría que ser el propio Michel pero, bien al contrario, el gallego rehuye hablar con la prensa y, como el resto de sus compañeros, se escabulle por ese jeroglífico de rampas, vallas y túneles que alguien llamó "Ciudad del Fútbol".

Los equipos, al menos en Madrid, han puesto de moda marcharse a entrenar en las afueras de la ciudad. El Atlético lo hace en Majadahonda y el Real Madrid acaba de alquilarle sus instalaciones de Las Rozas a la Federación Española. Supongo que el objetivo consistirá en ir alejando cada vez un poquitín más a los futbolistas de los periodistas y aficionados. Hoy en Las Rozas, mañana en San Lorenzo del Escorial y pasado en Martos, provincia de Jaén. Cuando el Real Madrid entrene en Jaén los periodistas fletaremos autobuses (a escote, naturalmente) e iremos cantando por el camino eso de "andaluces de Jaén, aceituneros altivos". Nuestros respectivos medios de comunicación nos darán un "kit de supervivencia" compuesto por brújula, cantimplora, navaja multiusos y crema de protección solar.

¿Y todo para qué? Luego llegas a Las Rozas —donde no puedes ver ni oír ni hacer ruido ni sacar fotos, aquello parece la Capilla Sixtina— y Carlos Queiroz afirma cosas como "el balón es redondo". ¿Así que el balón es redondo, eh? ¿Y para eso me tengo que meter yo cincuenta kilómetros entre pecho y espalda? Hace mucho tiempo que los periodistas vamos a los entrenamientos a poner la "alcachofa". Las mismas preguntas de siempre. Idénticas respuestas. Y cuando algún compañero se salta el guión el resto le mira mal. Aquello no es periodismo y mi opinión es que ningún profesional tendría que ir jamás a ningún entrenamiento. El día que dije esto mismo en la redacción alguien me soltó lo siguiente: "¿Y si nos comemos algo qué?" Pero... ¿qué va a pasar en un entrenamiento salvo que los futbolistas entrenen? Hace tiempo tuve un redactor jefe que cuando volvías del famoso entrenamiento y le decías que ese día no había nada te respondía "pues vete haciéndome cien líneas de nada". El futuro de la radio deportiva está en la opinión. Así de claro.

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