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Afganistán y la guerra contra el terror

La guerra en Afganistán se ha recrudecido en gran medida en las últimas semanas. El pasado mes de agosto, las fuerzas talibanes lanzaron su mayor ofensiva desde su derrota en 2001. Grupos talibanes cada vez más numerosos se mueven con mayor libertad tanto por el sur como por el centro del país, especialmente en denominado cinturón Pashtun. La actividad terrorista ha alcanzado también al norte del país, una zona de fuerte rivalidades étnicas. Estas operaciones se han llevado a cabo desde bases instaladas en el propio suelo afgano en provincias como Kandahar o Zabul. Tan sólo Kabul permanece en calma como consecuencia de la presencia de las fuerzas de la ISAF.

Por otro lado, la autoridad del gobierno afgano presidido por Karzai no está plenamente consolidada. Las disputas internas, especialmente con su Ministro de Defensa, Fahim Khan, debilitan la acción de gobierno. Por otro, su autoridad sobre los señores de la guerra en las distintas provincias es muy limitada. La Lorya Jirga Constituyente aún no ha comenzado sus trabajos y la población se muestra impaciente por los retrasos en la ayuda internacional.

La ofensiva taliban ha tenido respuesta por parte de las fuerzas de la Coalición que ha extendido e intensificado la operación “Warrior Sep”. Unidades del ejército afgano y patrullas de operaciones especiales estadounidenses están desarrollando una ofensiva que ha desmantelado varias bases talibanes y causado numerosas bajas a los terroristas. Tres soldados norteamericanos y varios afganos han muerto también en las operaciones ante una creciente indiferencia de los medios de comunicación occidentales por el conflicto afgano. La coalición ha extendido además su ofensiva a otras provincias pashtunes.

En las áreas de más calma, por el contrario, ha comenzado el despliegue de pequeños contingentes que tratan de proporcionar seguridad y ayudar a la reconstrucción más allá de Kabul. Así, los británicos han desplegado un contingente en Mazar-el Sharif, los alemanes en Kunduz y los neozelandeses lo harán en Bamiyan. En especial, hay un compromiso alemán de ir extendiendo su presencia en Afganistán como formula de reconciliación con Estados Unidos tras sus divergencias sobre Irak.

En definitiva, culminar la pacificación de Afganistán no parece fácil ni posible a corto plazo. Pero los países democráticos nos jugamos mucho en este país. Por un lado, una vuelta de un régimen taliban sería un serio revés para la lucha contra el terrorismo islamista que no podemos consentir. Por otro, una desestabilización permanente del país sería un pésimo precedente para Irak. Parece necesario, por tanto, no sólo perseverar en las operaciones en curso, sino incluso aumentar nuestro compromiso con Afganistán.



GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.

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