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Rubén Loza Aguerrebere

Adiós al filósofo y el éxito de los cuentistas

Se ha apagado una luz en Uruguay. Ha muerto el filósofo Arturo Ardao. Tenía 90 años; el sábado 27 hubiera llegado a los 91 años de edad. Ciertamente, Ardao, un ilustre abogado con larga trayectoria como profesor universtario en las cátedras de Historia de las Ideas y de Sociología, fue una de las personalidades imprescindibles para analizar en profundidad el pensamiento filosófico latinoamericano. Director del Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades y Ciencias, desempeñó conjuntamente el decanato del mencionado centro docente.

Tras el golpe de Estado, en 1979 el ilustre profesor se radicó en Venezuela. allí prosiguió sus actividades docentes en el Centro Rómulo Gallegos de Caracas y en la Universidad Simón Bolívar. Regresó a Uruguay en 1988. En su tierra gozaba de enorme prestigio por su alta calidad intelectual.

Es copiosa la obra del pensador uruguayo. Escribió en numerosas revistas especializadas de diversas partes del mundo. Y, entre sus libros más notorios, cabe mencionar “La filosofía en el Uruguay en el siglo XX”, “La inteligencia latinoamericana” y “Lógica y metafísica en Feijoo”. Entre otros títulos, debe destacarse, de manera especial, el último, publicado el año pasado. Se trata de una espléndida colección de ensayos, titulada “Artigas y el artiguismo”, en torno a la personalidad y el ideario del máximo héroe del Uruguay.

Entre los numerosos galardones recibidos en su dilatada y fecunda carrera, cabe mencionar el Gran Premio Nacional a la Obra Intelectual (el más importante que se concede en Uruguay), el Gran Premio Municipal de Literatura, el Premio Gabriela Mistral. Ajeno siempre al mundanal ruido, debemos a su pensamiento ideas y opiniones nuevas, gravedad en el discurrir.

Con motivo de sus noventa años, la Universidad de la República y el Senado, destacaron su personalidad y el dimensión de la obra del ilustre pensador, nacido en el Departamento de Lavalleja, a 120 kilómetros de la capital de Uruguay, cuna de músicos, poetas y narradores. El profesor Ardao era una voz necesaria. Le extrañaremos.

Por primera vez, no hace mucho tiempo, sólo los autores uruguayos en actividad integraron una antología del cuento. El libro se llama El cuento uruguayo (editado por Ediciones La Gotera). Los responsables del singular emprendimiento fueron Jorge Morón y Carlos Marauda. Y bien, el libro comenzó a circular, despertando inesperado interés entre los lectores uruguayos y elogios de la crítica, y, por estos días, acaba de lanzarse la segunda edición, luego de haber figurado entre las obras más requeridas en la reciente Feria Internacional del Libro, realizada en Montevideo este mes de septiembre.

Antes de continuar, deseo abrir el paraguas, diciendo a mis lectores que yo figuro en el libro con un relato ambientado hacia 1899 y situado en Minas, mi ciudad natal, capital del Departamento de Lavalleja. Salvado el incómodo trance, paso a señalar, ahora, ciertos aspectos generales de la antología. Los autores seleccionados son 35; todos ellos están en plena producción, trabajando con las palabras y la imaginación. En su mayoría son cuentistas; pero, asimismo, hay poetas y autores de novelas.

Para no caer en una suerte de catálogo, entre los autores más notorios de la antología, se encuentran Mario Benedetti (quien ha situado su cuento en un ámbito montevideano, habitual en sus narraciones cortas), Eduardo Galeano (narra una historia de claro corte social), Marosa di Giorgio, poeta que escribe un fantasmagórico relatos, y, en fin, el dramaturgo y novelista Ricardo Prieto.

Los editores de El cuento uruguayo sostienen que “hay un saludable desarrollo en la narrativa uruguaya”, y destacan la versatilidad y la multiplicidad de propuestas de la antología, temática y técnicamente. Finalmente, observan que, a través del realismo, la fantasía, el humor o la melancolía, los autores uruguayos, hoy por hoy, “refractan como un prisma la realidad socio/económica y espiritual de nuestro país”.


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