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Alberto Míguez

La cabra tira al monte

Fidel Castro recibió hace unas horas al presidente brasileño Lula da Silva en La Habana como a “un viejo compañero de luchas revolucionarias”. Tras haber oficiado de líder del Tercer Mundo en la Asamblea General de la ONU y haber propuesto la candidatura de su país a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad (algo que, por cierto, no entusiasma a los mexicanos ni embriaga a los argentinos) he aquí a Lula volviendo a sus orígenes: la cabra, dice el refrán español siempre tira al monte.

Lula está en Cuba para hacer negocios. Eso han dicho, al menos, sus portavoces. Bendita ilusión la de este líder populista que pretende emular a cuantos fueron a la isla con idénticos proyectos: Felipe González, De la Madrid, Carlos Andrés Pérez, Alfonsín, Fujimori, Chávez y tantos otros compañeros mártires. El negocio consistió en nacionalizar las deudas que Cuba contrajo con sus respectivos países y que, naturalmente, son todas impagables, según la terminología acuñada por Castro.

La deuda de Cuba con Brasil no es excesiva —40 millones de dólares, con España ronda los mil millones— pero ya lo será. De eso se encargarán los cincuenta empresarios que acompañan a Lula en su visita junto con los diez ministros que lo arropan. Los negocios que estos caballeros pondrán en marcha irán directamente al capítulo de pérdidas: será el pueblo brasileño quien pague el pato de este glorioso banquete revolucionario como está sucediendo con los fabulosos negocios de Chávez a cuenta del crudo nacional y del bolsillo de los venezolanos.

Hacer negocios en Cuba es como arar en el mar y de eso saben bastante algunos empresarios españoles que fueron allí de listillos y han regresado con un palmo de narices y con la fotografía de la secretaria en la cartera.

Lula ha dicho que no correspondía a su “misión” recibir a los disidentes del interior que todavía no están en la cárcel y que deben contarse con los dedos de una mano mutilada. Lo han hecho casi todos los dirigentes iberoamericanos y europeos que visitaron la isla en los últimos tiempos pero Lula prefiere imitar a chinos, iraníes y norcoreanos que de vez en cuando se pasean por el Malecón. Tampoco corresponde a la tal “misión” pedirle a Castro que mejore las condiciones de detención en que se encuentran Raúl Rivero, Marta Beatriz Roque y sus infortunados compañeros de condena, no vaya a ser que Castro se incomode.

Por sus obras y su moral, los conoceréis. Este es el nuevo líder del Tercer Mundo, la gran aportación brasileña a la justicia y la paz universales. Otro refrán: Dios los da y ellos se juntan.

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