Menú
EDITORIAL

Atutxa, entre el cinismo y la infamia

Juan María Atutxa, que antes de Estella encarnaba el “rostro humano” del nacionalismo “democrático”, se ha convertido en el principal ariete del PNV contra las barreras que el Estado de derecho y la legalidad constitucional imponen a las pretensiones del PNV y sus asociados. Pero ya no es sólo la reiterada negativa a disolver el grupo parlamentario heredero de Batasuna, en cumplimiento de la resolución del Supremo. Una negativa que, como ya hemos señalado en numerosas ocasiones, sólo puede entenderse como parte del precio que el PNV-EA paga a ETA-Batasuna por su voto favorable al plan Ibarretxe y que Atutxa camufla con el pretexto de la separación de poderes.

A la ceremonia de cinismo habitual, Atutxa añadió el viernes la infamia de equiparar el discurso de Carlos Urquijo, portavoz del PP, con el Jone Goirecelaia, portavoz del grupo parlamentario ilegal que representa a ETA-Batasuna. En el debate sobre la revocación de las ayudas a los familiares de presos etarras –propuesta por PP y PSE y rechazada con los votos del PNV-EA, IU y SA–, Carlos Urquijo identificó a SA-Batasuna con ETA, identidad ya probada por la Justicia. Y la portavoz de ETA-Batasuna llamó a los populares “fascistas torturadores”. Ante la petición de Carlos Urquijo de que el presidente de la Cámara instara a la portavoz del grupo ilegal a retirar sus acusaciones, Atutxa le conminó a que, “después de este empate”, prosiguiera en el uso de la palabra ciñéndose exclusivamente al asunto debatido.

Cuesta trabajo creer que la infamia del “empate” haya salido precisamente de los labios de Atutxa, quien, por ejemplo, en octubre de 1995, cuando ETA-Batasuna mantenía secuestrado al empresario guipuzcoano José María Aldaya, afirmaba que “es un descaro venir a este Parlamento a hablar de tortura cuando no se es capaz de hacer un llamamiento para que se acabe la situación de un señor que está privado de su libertad, por parte de un representante de una coalición política que aplaude, alienta e impulsa y yo diría que, en alguno de sus componentes, hasta marca la estrategia de lo que es la más atroz de las torturas, como es la situación a la que tienen sometido al señor Aldaya a lo largo de 172 días", refiriéndose a Herri Batasuna. Y añadía lo siguiente: "se ha venido a hablar de una entremezcla de actuaciones que abocan en la tortura, en la guerra sucia, es decir, en la falta de respeto a los derechos humanos y a uno le avergüenza que haya tanto descaro", refiriéndose al entonces portavoz de HB, Carmelo Landa.

Insistiremos una vez más en que, después de la ola de indignación que sacudió a España tras asesinato de Miguel Ángel Blanco y de su consecuencia más inmediata, el pacto de Estella, el PNV abandonó toda convicción democrática y toda intención –si es que alguna vez la tuvo verdaderamente– de acabar con ETA.. Para el “nacionalismo democrático”, ETA nunca llegó a ser el principal enemigo. Todo lo más, un adversario molesto que podía poner en peligro su estrategia de gradualismo y amigüedad. Las más de las veces, el inconfesable aliado estratégico que “agita el árbol” para que caigan “las nueces”. Y después de Estella, el inseparable compañero de viaje hacia la ruptura definitiva con España y con lo que ésta significa: la democracia, la libertad y el Estado de derecho.

Como señaló Mayor Oreja, la estrategia de los nacionalistas es provocar el desistimiento, el desánimo y el nerviosismo de los demócratas ante la reiteración de la desobediencia a la Justicia, que ya ha declarado nulos de pleno derecho los acuerdos de la Mesa del Parlamento Vasco que amparan y subvencionan a Batasuna. Tanto Mayor Oreja como Jon Juaristi y Enrique Múgica –Defensor del Pueblo–, coincidieron en que es preciso tener paciencia y dejar actuar a la Justicia. Sólo cabe pedir que esas actuaciones no se demoren más que lo estrictamente necesario, pues la desobediencia a la Justicia y la infamia contra quienes deben acudir al Parlamento Vasco con escolta no pueden ni deben convertirse en un espectáculo habitual que induzca a pensar que el Estado de derecho es impotente ante el desafío de Ibarretxe. Justo lo que pretenden los nacionalistas.


En España

    0
    comentarios